La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

 

20 de Septiembre de 1881

 

MANIFIESTO DEL DOCTOR CASIMIRO CORRAL. [1]

 

Cumplo el deber de expresaron mi reconocimiento y gratitud por haberme honrado espontáneamente con vues­tros votos para representaron en el senado del Congreso ordinario, que debe abrir definitivamente las puertas de la constitucionalidad de la República.

Vuestro triunfo ha sido espléndido en la lucha electoral, porque habéis vencido en buena lid, merced a la libertad que os permitió el Gobierno, sin sufrir las inveteradas violencias del despotismo, que engendran las re­sistencias del pueblo y provocan la colisión de las pa­siones.

Os felicito por ello, y felicito al país que, estando con derecho en una guerra terrible, practica dignamente el derecho de sufragio. Un pueblo, que en la efervescencia de su patriotismo, exaltado y herido por un agresor in­justo, ha hecho lujo de cordura y buen juicio en el ejercicio de uno de sus derechos mayestáticos, merece ser li­bre, grande y feliz.

La guerra que nos ha obligado Chile a aceptar y soste­ner, nos ha proporcionado ya grandes enseñanzas, haciéndonos conocer los vicios de nuestra organización social.

Conocerlos es el principio de nuestra reforma.

No creáis que las victorias efímeras de nuestros enemigos hayan venido tenido el mérito de habernos disputado la gloria por su pericia o por su heroísmo, no: ellas signifi­can simplemente una consecuencia lógica de nuestro modo de ser. Nos han ganado, porque fueron superiores y por­que nos han perdido nuestra desunión e imprevisión.

Y es que en vez de hacer la guerra al enemigo, nuestros conductores se preocuparon preferentemente de sus intereses políticos. A los deberes que reclama la patria, se sustituyeron las conveniencias de caudillaje y las in­trigas de pandilla, y después se sobrepusieron los cálculos criminales de la especulación, y el negocio que elevaron, el pendón de la paz humillante, pudiendo defender nues­tros derechos con gloria y honra.

La política ha hecho infructuosos los sublimes arran­ques de patriotismo, que a porfía han ostentado los mu­nicipios y sus vecindarios.

Esto quiere decir que el problema fundamental que tiene que resolverse en Bolivia, es extirpar para siempre el fanatismo de caudillaje y el entretenimiento de la polí­tica, origen de nuestras propensiones, en actividad indus­trial, acometiendo la reforma de nuestras instituciones con el fin exclusivo de educar y formar ciudadanos que desarrollen la producción de nuestras opulentísimas fuen­tes de riqueza. Una nación nueva como Bolivia, además de su independencia y libertad, necesita complementarse con el trabajo, la industria y el crédito para ser moral y civilizada.

Esto no es nuevo; pero hemos carecido de ello. Y esta es y debe ser la misión del Congreso.

Habiendo merecido vuestros sufragios, deber mío será consagraron por completo el pequeño contingente de mi experiencia, de mis elucubraciones, y más que todo, de mi vehemente amor a la patria, por cuyo culto sacrificaré mi existencia.

Soy deudor de vuestra confianza, y haré lo posible para corresponder a vuestras esperanzas en el puesto que vuestra voluntad me ha designado.

En estos momentos de tribulación y de angustia de la patria, no debíamos acordarnos de nuestras miserias pa­sadas: nuestro deber nos prescribía unirnos para ser fuer­tes, por una sincera reconciliación, como prenda de vic­toria, y sin embargo ¡quién lo creyera! subsiste aún el empeño de perpetuar los odios y las enemistades políticas, sin acordarse del peligro común.

Solo así se explica la sistemática escisión que se quiere conservar en la familia boliviana, provocándoos impru­dentemente con la anulación injusta e ilegal de vuestros votos, con pretextos fríos y baladíes, como si una mesa escrutadora pudiera calificar los poderes de un senador después de haberse consumado las elecciones.

Esto no tiene, respecto de mí, importancia ni significación alguna que me obligue a protestar, porque compadezco y desdeño esas aberraciones. Pero sí la tiene en el sentido del porvenir del país, porque eso demuestra la ne­cesidad de reformar radicalmente nuestro modo de ser, robusteciendo la autoridad de la ley en todo y para todo, combatiendo las pasiones disociadoras y extirpando las causas que han elevado las tiranías, que no han hecho más que degradar y envilecer a los ciudadanos para hacer­los despreciables por la relajación de los sentimientos no­bles de su corazón.

Hoy que la patria está en peligro, necesitamos hacer grandes sacrificios con abnegación para salvarla. Hagámoslos todos unidos, a fin de preparar el terreno para la regeneración de Bolivia, por las evoluciones de la inteligencia y de la libertad, antes que por las revoluciones de la fuerza y de la violencia.

Del Parlamento debe partir la iniciativa, y el Congreso debe encargarse de su desarrollo y aplicación para que el mundo admire nuestro juicio práctico, a la vez que haga justicia al esfuerzo y denuedo con que sabemos defender la integridad de la patria, sus fueros y su dignidad para trasmitirla a nuestros hijos tan gloriosa y tan pura como nos la legaron nuestros padres.

Al manifestaron esta vez más mi gratitud por la nueva prueba de la estimación que os merezco, y por la confianza que habéis depositado en mí para representaron en el Senado, os expreso mi reconocimiento, suscribiéndome vues­tro respetuoso amigo y compatriota.

C. CORRAL.

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Protocolo de Chimbote: concesión de dicho puerto que hace el Perú a los Estados Unidos para estación naval. [2]

PROTOCOLO.

A los 20 días del mes de Septiembre de 1881 reuniéronse en la casa de la Legación americana los infrascritos: Ma­nuel María Gálvez, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, y Stephen A. Hurlbut, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América, para concluir, en nombre de sus respectivos gobier­nos, un acuerdo, con el objeto de dar las debidas facili­dades a la marina de guerra americana en la costa del Pacífico.

Reconocido por los infrascritos la conveniencia de ese acuerdo y teniendo en consideración lo estipulado en el artículo XIV del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación vigente entre ambos países, convinieron en lo si­guiente:

1° El Gobierno del Perú concede al de los Estados Unidos de América la facultad de establecer depósito de carbón en el puerto de Chimbote, y todas las facilidades que necesite, a fin de que sus naves de guerra y mercantes puedan aprovisionarse de ese artículo, y estacionarse en ese puerto.

2° La concesión anterior no entraña una exclusiva en favor del Gobierno de los Estados Unidos de América, pues el Gobierno del Perú se reserva el derecho de hacer concesiones análogas a otras potencias amigas que pudie­ran solicitarlas.

3° Los terrenos que el Gobierno de los Estados Uni­dos pueda adquirir del Estado o de particulares para los depósitos de carbón, quedan sujetos a las leyes generales que sobre la propiedad de bienes inmuebles rija en el Perú.

 

4° La concesión a que se refiere el artículo 1° de este Protocolo es de duración indefinida, y el Gobierno del Perú no podrá retirarla, sin previa notificación al de los Estados Unidos, y acordándole, cuando menos, el plazo de un año.

En testimonio de lo cual, firmaron los infrascritos este Protocolo por duplicado, poniéndoles sus sellos respecti­vos—M. M. GALVEZ (sello).—S. A. HURIBUT (sello).

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[1] Ahumada Moreno, Pascual. Tomo VI. Páginas 244 - 245

[2] Ahumada Moreno, Pascual. Tomo VI. Página 272

 

 

 

 

Los Mutilados

 

 

Monumentos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Viña Corral Victoria ;  Una Viña Patriota

 

 

 

 

 

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