La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

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PARTES OFICIALES SOBRE EL COMBATE NAVAL DE IQUIQUE

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

PARTE PASADO POR EL GENERAL JUSTO ARTEAGA

Antofagasta, mayo 25 de 1879.

El comandante de la goleta Covadonga desde Cobija, con fecha de ayer me dice lo siguiente:

“El 21 hubo combate en el puerto de Iquique entre el buque de mi mando y la Esmeralda, que habían quedado sosteniendo el bloqueo del puerto después de la salida del resto de nuestra escuadra al norte, verificada cuatro días antes, con los blindados peruanos Huáscar e Independencia. El primero empeñó combate con la Esmeralda y el segundo con nosotros y duró éste cuatro horas y media, habiéndose batido la Esmeralda en el puerto y nosotros fuera de él. A las 12 hs. 30 ms. varó la Independencia diez millas al sur de Iquique y momentos después acosada por nuestros certeros disparos arrió su estandarte y pabellón; izando en su lugar la bandera de parlamento y repitiéndome de viva voz el comandante rendido, lo que ya con la arriada del pabellón nos había indicado. No pude tomar posesión de la presa, porque el Huáscar venía en nuestra persecución.

Con muy severas averías tanto en el casco como en la arboladura, arribé el 23 a Tocopilla, donde hice reparar algunas de ellas. El buque iba yéndose a pique.

La máquina en muy mal estado. No podemos andar más de tres millas. Creo muy conveniente nos envíe un vapor para que nos remolque.

En breves momentos sigo viaje a esa; en el camino esperaré el refuerzo que indico. La señal para reconocernos será cuatro destellos largos. Iré pegado a costa.

Esmeralda a pique.

Mis pérdidas son tres muertos, entre ellos el doctor, y seis heridos.

A mi llegada a esa daré a U.S. más pormenores.

Dios guarde a U. S.

JUSTO ARTEAGA

Al señor Ministro de Marina.

***

PARTE PASADO POR EL  SEGUNDO COMANDANTE DE LA “ESMERALDA”

Iquique, Mayo 29 de 1879.

Tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. que el 21 del presente, después de un sangriento combate de cuatro horas con el monitor peruano Huáscar, la Esmeralda fue a pique al tercer ataque de espolón del enemigo.

El honor de la bandera ha quedado a salvo, pero desgraciadamente tenemos que lamentar la pérdida de tres de sus más valientes defensores: el capitán Prat, el teniente Serrano y el guardiamarina Riquelme.

Como a las 7 horas A. M. del día indicado, se divisaron dos humos al norte, inmediatamente se puso el buque en son de combate.

A las 8 horas se reconoció el Huáscar y poco después la fragata Independencia. Se hicieron señales a la Covadonga de venir al habla, y el capitán Prat le ordenó tomar poco fondo e interponerse entre la población y los fuegos del enemigo. Al movernos para tomar la misma situación se nos rompieron los calderos y el buque quedó con un andar de 2 a 3 millas. A las 8 horas 30 minutos, la acción se hizo general. El Covadonga se batía con la fragata Independencia, haciendo al mismo tiempo rumbo al sur, y la Esmeralda contestaba los fuegos del Huáscar y se colocaba frente a la población a distancia de 200 metros de la playa.

Desde esta posición batimos al enemigo. Nuestros tiros que al principio eran inciertos fueron mejorando y varias granadas reventaron en la torre y casco del Huáscar, sin causarle el más leve daño. Los tiros de este último pasaban en su mayor parte por alto y varios tiros fueron a herir la población.

Nuestra posición era, pues, ventajosa; pero como se nos hiciese fuego desde tierra con cañones de campaña, matándonos tres individuos e hiriendo a otros tantos, el capitán Prat se vio obligado a ponerse fuera de alcance. En este momento, 10 horas A. M., una granada del Huáscar penetró por el costado de babor y fue a romperse a estribor cerca de la línea de agua, produciendo un pequeño incendio que fue sofocado a tiempo por la gente del pasaje de granadas.

Mientras tanto, el Huáscar se había acercado como a 600 metros y a esta distancia continuó la acción cerca de una hora, sin recibir otra avería que la que dejo indicada. Viendo el Huáscar el poco efecto de sus tiros, puso proa a la Esmeralda.

Nuestro poco andar impidió al capitán Prat evitar el ataque del enemigo; su espolón vino a herir el costado de babor frente al palo mesana y los cañones de su torre, disparados a toca pañoles antes y después del choque, hicieron terribles estragos en la marinería. El capitán Prat, que se encontraba sobre la toldilla desde el principio del combate, saltó a la proa del Huáscar, dando al mismo tiempo la voz de ¡AL ABORDAJE!

Desgraciadamente, el estruendo producido por toda la batería al hacer fuego sobre el Huáscar, impidió oír la voz de nuestro valiente comandante; y de los que se encontraban en la toldilla con él, sólo el sargento pudo seguirlo; tal fue la ligereza con que se retiró la proa del Huáscar de nuestro costado. El que suscribe se encontraba en el castillo de proa y desde ahí tuve el sentimiento de ver al bravo capitán Prat caer herido de muerte al pie mismo de la torre del Huáscar. Inmediatamente me fui a la toldilla y tomé el mando del buque. Mientras tanto nos batíamos casi a boca de jarro, sin que nuestros proyectiles hiciesen el menor efecto. En cambio, las granadas de este último hacían terribles estragos: la cubierta y entrepuente se hallaban sembrados de cadáveres.

Volvió el Huáscar a embestirnos con su espolón directamente al centro del buque. Goberné para evitar el choque, pero la Esmeralda andaba tan poco, que no fue posible evitarlo y recibió el segundo espolonazo por la amura de estribor. Esta vez el teniente Serrano, que se encontraba en el castillo, saltó a la proa del Huáscar, seguido como de doce individuos. En la cubierta de este último no se veía un enemigo con quien combatir, pero de la torre y parapetos de popa salía un mortífero fuego de fusilería y ametralladoras. El valeroso teniente Serrano y casi todos los que lo siguieron, sucumbieron a los pocos pasos. La ligereza con que se retiraba de nuestro costado la proa del Huáscar y el poco andar de la Esmeralda para colocarse a su costado, único modo como habría podido pasar todo el mundo a la cubierta del enemigo, hacían imposible todo abordaje. Por este tiempo, nuestra tripulación había disminuido enormemente. Teníamos más de cien individuos fuera de combate; la Santa Bárbara inundada y la máquina había dejado de funcionar. Los pocos cartuchos que quedaban sobre la cubierta sirvieron para hacer la última descarga al recibir el tercer ataque de espolón del enemigo. El guardiamarina señor don Ernesto Riquelme, que durante la acción se portó como un valiente, disparó el último tiro; no se le vio más y se supone que fue muerto por una de las últimas granadas del Huáscar. Pocos momentos después del tercer espolonazo, se hundió la Esmeralda con todos sus tripulantes y con su pabellón izado al pico de mesana, cumpliendo así los deseos de nuestro malogrado comandante, quien, al principiar la acción dijo; "¡Muchachos! La contienda es desigual. Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo: espero, pues, no sea esta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera flameará en su lugar, y os seguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber".

Los botes del Huáscar recogieron los sobrevivientes, y en la tarde del mismo día fuimos desembarcados en Iquique en calidad de prisioneros.

Acompaño a Us. una relación de la oficialidad y tripulación que han salvado y que se hallan presos en este puerto.

Dios guarde a Us.

LUIS URIBE

Al señor Comandante General de Marina

***

NOTA OFICIAL.

El Ministro de Marina ha dirigido la siguiente nota al comandante general de la escuadra sobre los combatientes de Iquique:

“Santiago, Junio 14 de 1879.

Tanto por la comunicación de esa comandancia en jefe fecha 2 del presente, como por los partes oficiales del co­mandante de la goleta Covadonga y del segundo jefe de la Esmeralda, se ha impuesto el Gobierno del glorioso com­bate que las dos naves expresadas sostuvieron en la rada de Iquique el 21 de Mayo último, contra los dos buques más poderosos de la escuadra peruana, los blindados Huáscar e Independencia.

El heroico comportamiento que en esa lucha desigual observaron los jefes, oficiales y tripulantes todos de nues­tras dos naves, ha causado al Gobierno la más viva satisfacción.

Ese combate, en que la inmensa superioridad de las fuerzas enemigas no parecía dejar ni la más ligera esperanza de triunfo, fue, sin embargo, afrontado por nuestra parte sin vacilación. El ha manifestado que el valor inquebran­table, la pericia y la disciplina pueden tanto y aun más que la fuerza. Allí está el principal timbre de gloria que han conquistado los marinos que tuvieron la, fortuna de dar nuevo lustre a la bandera de Chile.

El combate de Iquique será, pues, un justo título de orgullo para la marina nacional, y un noble ejemplo que se empeñarán en seguir los que como el valeroso comandan­te de la Esmeralda y sus dignos compañeros, quieran de­fender a la patria con no menos serenidad y valor.

Recomiendo a V. S. que la presente nota se lea por tres días consecutivos en la orden del día de esa comandancia en jefe.

Dios guarde a V. S.

B. URRUTIA.”

***

“PARTE DE LA GUARNICIÓN DE LA CORBETA ESMERALDA.”

 

“A bordo de la cañonera “Magallanes” bloqueando a Arica, Abril 8 de 1880.

“Señor comandante del Regimiento Artillería de Marina:

“El oficial que suscribe, comandante de la guarnición de la ex-corbeta Esmeralda, da cuenta a V. S. de lo ocur­rido en ella el 21 de Mayo del año próximo pasado, fecha del combate que este buque sostuvo con los blindados enemigos e por haberse extra­viado el primero dirigido desde Iquique a la Mayoría del cuerpo.

“El día fijado, en la mañana muy temprano, se avistaron humos por el Norte: al principio se creyó fuera el vapor de la mala y poco después buques de nuestra escuadra; pero a las ocho y minutos, cuando recién se había izado la bandera, se reconoció que los buques avistados eran los blindados ya citados, —Estando el comandante en la toldilla, hizo tocar inmediatamente zafarrancho de combate; al oírse este toque, la guarnición ocupó al instante los pues­tos que de antemano le estaban asignados en el plan de combate: el que suscribe con una parte en la toldilla como guardia de bandera y el resto distribuidos, unos como centinelas de escotillas y otros como sirvientes auxiliares de las baterías. Eran las 8.40 A. M. y el Covadonga pa­saba inmediato a nuestro costado, cuando el buque ene­migo, a la distancia de 3.000 metros, nos hizo su primer disparo, el cual cayó exactamente entre la proa de aquél y la popa de nuestro buque; un viva unísono lanzado a Chile por las tripulaciones de ambos buques se dejó oír.—El Covadonga se puso al habla; recibido que hubo las órde­nes de nuestro comandante, rasgó el aire con dos tiros de sus colisas de a 70, siendo imitado casi inmediatamente por nuestro buque, que rompió el fuego con una andana de la batería de estribor. Desde aquel momento el combate quedo iniciado entre el Huáscar y nuestros dos buques.— La Independencia seguía avanzando sin hacer aun uso de su artillería. Nuestro comandante concibió la idea de interponerse entre los fuegos del enemigo y la población, a fin de que las balas del monitor hicieran el ma­yor estrago posible en esta última. Entretanto, el fuego del Huáscar e Independencia, que ya había entrado también en combate, era flojo y de pésimas punterías; en cambio, el nuestro era vivísimo y nuestros proyectiles rebotaban unos inmediatos a sus costados y otros en la misma cubierta. Serían las 9.45 A. M. Nos encontrábamos fren­te a la población y como a 150 metros del muelle de fierro que existe en esa bahía, cuando disparos de artillería y un nutrido fuego de fusilería hecho por las tropas, nos anun­ció que nos batíamos con dos enemigos: los blindados en el mar y el ejército en tierra.—Inmediatamente nuestro co­mandante ordenó cubrir ámbar baterías y romper el fuego sobre tierra, lo que se efectuó al instante, tanto por la guardia de bandera que yo comandaba, como por los rifleros de las cofas. La primera sangre que vimos correr sobre la cubierta de nuestro buque fue causada por estos dis­paros.—Mientras tanto el buque había virado y con el andar que era posible, nos alejamos de la costa, poniéndo­nos pronto a salvo de los disparos de tierra. Fuera ya de la población, el enemigo redobló sus tiros: pero estos eran tan mal dirigidos que hasta aquel momento, las 10 A. M., después de hora y media de combate aún no nos había acertado un solo balazo. Entretanto, la Covadonga, seguida y hostilizada de cerca, por la Independencia, habla con­seguido doblar la isla, dejándonos empeñados en combate solo con el Huáscar—Eran las 10.20 A. M. cuando reci­bimos el primer y único dispare que el enemigo nos acer­tó a larga distancia.--El proyectil penetró por un camarote de babor, y después de atravesar todo el buque, herir a uno y producir un pequeño incendio, salió por estribor. Inmediatamente que se notó fuego a bordo, la brigada de incendio acudió a sofocarlo, y yo, por orden del comandan­te, ordené a parte de la guardia de bandera, se dirigiera igualmente al lugar amagado con el objeto de ayudar a aquélla en sus esfuerzos, consiguiéndose extinguirlo después de pocos momentos de trabajo. El combate continuó con viveza por ambas partes hasta las 12 M., hora en que el enemigo, cansado talvez con nuestra obstinada resisten­cia, resolvió hacernos rendir o echarnos a pique con su poderoso espolón. En efecto, virando y poniendo su proa perpendicular a nuestro costado, dio toda fuerza, a su máquina.

Nuestro comandante ordenó cargar y esperar en esa posición, gobernando convenientemente para evitar si choque. El enemigo avanzaba, con rapidez. A 200 metros, más o menos, nuestra batería concentrada rompió sus fueros sobre él, al mismo tiempo que la tropa de mi mando, rifleros de cofas hacían un nutridísimo fuego de fusilería sobre la cubierta del monitor que, avanzando siempre, solo contestaba a nuestros disparos con las ame­tralladoras de sus cofas, rifleros de la torre y guarnición que convenientemente parapetada, hacía desde popa un fuego bastante nutrido. Estos tiros hicieron bastantes bajas en la gente que conmigo se hallaba en la toldilla. Pocos instantes después, un choque sumamente recio nos indicó que el Huáscar daba a nuestro buque un espolo­nazo en la aleta de babor. El choque fue tan recio, que al que suscribe lo lanzó con tal fuerza sobre estribor, que si no hubiera sido por la jarcia de mesana lo hubiera arrojado al agua. El comandante que está inmediato a la ba­randa, se tomó de ella para no caer, a inmediatamente que el buque recobró su estabilidad, se lanza, espada en mano sobre la cubierta del buque enemigo, gritando: “¡Al abordaje muchachos!!”, pero desgraciadamente este llamamiento fue hecho en el instante en que el enemigo nos disparaba a boca de jarro los dos cañones de su torre, y en consecuencia, no alcanzó a ser oído sino por los que le estaban muy inmediatos, permitiendo que le secundaran solo el sargento de la guarnición, Juan de Dios Aldea, y un soldado, pues el resto de la gente que se lanzó en su seguimiento solo llegó cuando el enemigo, que talvez preveía nuestro ataque, se había retirado a una distancia en que ya hacía imposible todo abordaje. El monitor al retirarse continuaba haciéndonos fuego, y una bala de rifle me arrancó la gorra, causándome un ligero rasguño en la frente.

“Serian las 12.30 P. AM., más o menos, cuando el Huáscar se preparó para darnos el segundo choque, lanzándose como la vez primera, a toda fuerza de máquina. Nuestro buque, al mando del segundo comandante, teniente 1° Uribe, se preparó para la embestida, organizando trozos de abordaje, alistando espías y anclotes para asegurarnos al costado del enemigo, que pocos momentos después nos daba el segundo espolonazo. El teniente Serrano y 14 hombres más de la tripulación saltan al abordaje; pero mueren sin haber encontrado un solo enemigo con quien combatir a pecho descubierto.

“Este choque abrió una inmensa brecha, dando paso al agua que inundó con ligereza la santa bárbara y la má­quina. Como se ve, quedábamos sin movimiento y sin más provisión de pólvora, lo que agregado al número de bajas y de cañones fuera de combate, hacía creer que éste toca­ba a su término. En efecto, el enemigo, después de algunos instantes, dirigió su proa hacia nosotros con la intención manifiesta de concluir. Toda nuestra gente se preparó para este nuevo espolonazo con un tercer abordaje, y el cabo Reyes, por muerte del corneta, empezó a tocar ata­que. Sería la 1 P. M. cuando nuestra corbeta recibió el golpe de gracia. Un tercer y último choque, dado en el centro del buque y con mayor fuerza, que los anteriores, acabó de ultimarla. Al mismo tiempo, dos balazos disparados a boca de jarro, con los cañones de su torre, uno de los cua­les, penetrando por la antecámara, mató a todos los inge­nieros y a varios heridos que contiguo se encontraban; y el otro, penetrando por debajo de la toldilla, llevó las pier­nas de los timoneles, hiriendo a los ayudantes de éstos. Desde este instante el buque principió a sumergirse visiblemente; en consecuencia, los pocos sobrevivientes, imposibilitados de continuar el fuego por falta de municiones, se retiraron a la toldilla al mando de sus respectivos jefes, esperando tan solo el final de ese combate que ya contaba cuatro horas.

“Por último, cuando la Esmeralda completamente llena de agua se hundía, disparando antes su ultimo balazo, un viva a Chile fue lanzado por toda la tripulación. Tal fue el fin de nuestra corbeta: se sumergió en el abismo con su glorioso pabellón al tope.

“La guarnición, compuesta de 32 individuos y del que suscribe, se batió durante el combate con la bizarría y de­nuedo característico del soldado chileno cuando defiende y la honra inmaculada de la patria.

“Entre los que descollaron por su arrojo, o, merece espe­cial mención el sargento de la guarnición Juan de Dios Aldea, quien, acompañando al comandante Prat en el primer abordaje, recibió siete heridas, de resultas de las cua­les murió a los tres días en el hospital de Iquique, después de haber soportado la amputación de un brazo y una pierna.

“De toda la guarnición que, como he dicho antes se componía de 32 individuos, solo ocho sobrevivieron, y de los cuales uno, José Antonio Barrera, murió de resultas de una herida recibida en un brazo.

“A consecuencia de haber relevado días antes del com­bate, por orden del comandante, ocho individuos de mi tropa por igual número de un exceso de la goleta Cova­donga que se encontraban en el vapor La Mar, no me es dable dar a V. S. el nombre de cada uno de los indivi­duos que combatieron el 21 de Mayo.

“Le incluyo una lista de los ocho del Covadonga em­barcados últimamente, como también el nombre de cinco de los que fueron relevados por éstos; pues los otros tres se me escapan a la memoria. Del resto le será a V. S. fá­cil tomar el nombre por la lista de la guarnición que pasó revista el 15 del citado mes de Mayo.

“Lo que comunico a V. S. en cumplimiento de mi deber.

“Dios guarde a V. S—Antonio D. Hurtado.”

***

PARTE DEL COMANDANTE GRAU

COMANDANCIA DE LA 1ª DIVISIÓN NAVAL

A bordo del monitor Huáscar, al ancla en Iquique, mayo 21 de 1879.

Benemérito señor General en Jefe del ejército del Sur.

Conforme a las instrucciones verbales que recibí del señor general director de la guerra en el puerto de Arica, me dirigí a ésta con la división naval de mi mando, compuesta del monitor Huáscar y de la fragata Independencia, y al arribar a él, donde se encontraban sosteniendo el bloqueo los buques de guerra chilenos corbeta Esmeralda y cañonera Covadonga, emprendí el ataque contra ellos batiendo a la Esmeralda, que se mantuvo en el fondeadero, y mandando a la Independencia en persecución de la Covadonga, que huía en dirección al sur.

No me es posible, por la premura del tiempo, dar a V. S. los detalles de este encuentro, que desde luego ha podido V. S. apreciar por sí mismo desde tierra, y concrétome por tal causa a decir a V. S. que notando después de la primera hora del combate que nuestra posición en la boca del puerto no nos permitía hacer buenas punterías a causa del movimiento de la mar, y sabedor que la Esmeralda se mantenía muy pegada a tierra por parte norte de la población, porque tenía su frente guarnecido por una línea de torpedos, según me lo indicó el capitán de corbeta y de este puerto don Salomé Porras, que vino a bordo al principiar el combate, a la par que temiendo herir a la población con los tiros de mi buque, me decidí a entrar por la parte del sur, pegándome lo posible a la isla, a fin de atacar con el espolón; pero como la Esmeralda salió entonces por la parte del norte, siempre muy próxima a tierra, cambié de propósito y goberné sobre ella directamente.

En dos ocasiones se defendió presentando la aleta en una y la proa en la otra, de manera que el golpe del espolón no le hizo mayor efecto en una ni en otra, y el combate tenía lugar entonces con tiros de fusilería y ametralladoras, estando los buques en contacto.

Finalmente, dispuestos los dos cañones de la torre para dispararlos lo más cerca posible del buque enemigo y embistiendo por la tercera vez a toda fuerza con el espolón, el disparo de los primeros y el golpe de este último, dado en el centro de su costado, sumergieron casi inmediatamente a la Esmeralda entre las doce horas diez minutos pasado meridiano.

El combate había terminado después de tres horas cuarenta minutos de una tenaz resistencia.

La fragata Independencia, batiendo en caza a la Covadonga, logró aproximársele hasta embestirle con el espolón en la punta denominada Gruesa; pero como este último buque navegase muy pegado a tierra, próximo el momento de darle el golpe, sufrió la primera un violento choque en sus fondos contra una roca desconocida y cubierta, choque que le inutilizó su máquina y dio por resultado la pérdida del buque, arrojado por la mar sobre los arrecifes de la Punta.

Terminada la acción de Huáscar con la sumersión de la Esmeralda y después de haber salvado a los náufragos de este último buque y recibídolos a mi bordo, me dirigí en demanda de la Independencia que tenía a la vista en la Punta Gruesa, ya mencionada, con el ánimo de ayudarla al apresamiento de la Covadonga; pero ésta desde que se apercibió de la dirección que llevaba, se alejó con toda fuerza con rumbo al sur.

La perseguí durante tres horas y después de notar a la pasada el estado en que se encontraba la Independencia.

Más, considerando que la distancia de diez millas que próximamente me separaba de la Covadonga no podía estrecharla antes de la puesta del sol y ser en tal caso más conveniente ir en auxilio de la Independencia, viré y me dirigí sobre ésta.

Pronto pude apreciar que la pérdida de la fragata era total.

Mandé mis embarcaciones por la gente que había a bordo de ella y di órdenes de incendiarla.

Esto cumplido, he regresado a este puerto. 

Adjunto a V. S. la relación de las bajas habidas en la dotación de este buque, de los muertos del enemigo, cuyos cadáveres han sido recogidos, y de los prisioneros.

Al terminar, réstame manifestar a V. S. que durante el combate todos los empleados del buque de mi mando han cumplido satisfactoriamente con su deber.

Todo lo que tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. para los fines que haya lugar.

Dios guarde a V. S.

MIGUEL GRAU

 

***

PARTE DEL COMANDANTE ANTONIO BENAVIDES, JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO DEL SUR

Iquique, mayo 21 de 1879.

Señor General en Jefe del ejército:

Cábeme el honor de dirigirme a V.S. con el objeto de acompañar los partes que el señor coronel comandante general de la primera división y el jefe accidental de la brigada provisional de artillería pasan a este Estado Mayor General, y a la vez narrarle los hechos sobre el movimiento que tuvieron las fuerzas existentes en esta plaza, durante el combate naval que empeñaron las naves peruanas Huáscar y fragata Independencia con las chilenas Esmeralda y Covadonga, que permanecían bloqueando este puerto.

A poco más de las 7 A.M. se avistaron dos vapores que venían del norte y como a las ocho se dejaron conocer que eran las naves nacionales ya indicadas. Avanzadas sobre el puerto, a las ocho y media rompieron los fuegos sobre las chilenas, que lo verificaron también.

Mientras esto sucedía, trató la Covadonga de escaparse hacia el sur, acompañada del transporte Lamar, perseguidos éstos por la Independencia; y aprovechando su poco calado, fueron a guarecerse a la ensenada de Molle. Creyéndose entonces que allí serían rendidos, di orden al batallón Cazadores del Cusco núm. 5 de línea, marchara inmediatamente sobre esa playa a fin de tomar los individuos que pudieran desembarcar huyendo de los fuegos de nuestra fragata. No sucedió así, pues aprovechando, repito, de su poco calado, continuaron muy pegados a la costa y la Independencia en su seguimiento hasta esta hora, que son las 2 P.M., no se sabe el resultado de tal persecución.

Como al norte del puerto estuviese empeñado el combate entre el Huáscar y la Esmeralda, ésta huyendo se acercó tanto a la playa de la ensenada del Colorado, que se supuso también que allí se rendiría. Queriendo aprovechar, como en Molle, si desembarcaban prófugos, se destacó el batallón número 7 Cazadores de la Guardia, que fue situado a la ceja de dicha ensenada, ordenándose además a la brigada de artillería de la primera división viniera inmediatamente a ocupar un puesto desde el que podría dirigir sus fuegos a la Esmeralda con algún provecho. Así se verificó, y en cuanto las piezas rompieron sus fuegos lo mismo que nuestros nacionales que guardaban ese punto, fueron contestados por la artillería de dicho buque y su guarnición por el espacio de media hora, habiéndose visto obligada por esto, a abandonar el puerto, haciendo rumbo al norte. Entonces el Huáscar a toda máquina se fue sobre ella, y después de un rudo choque la echó a pique a las 11.40 A.M., sucumbiendo heroicamente con sus tripulantes.

Indescriptible es, señor general, el entusiasmo y decisión que tanto la fuerza de línea como los guardias nacionales han manifestado al presenciar este combate naval que hará época en los anales de la historia contemporánea.

Testigo presencial V.S. de cuanto dejo referido, habiendo cumplido fielmente las órdenes que me impartió para la situación de las tropas, que ya se encuentran en sus respectivos cuarteles, sólo me resta felicitar a la nación, a nuestra marina y a V.S. por el triunfo alcanzado hoy sobre las naves enemigas que sostenían el bloqueo de este puerto.

Dios guarde a V.S.

ANTONIO BENAVIDES,

jefe de Estado Mayor.

 

***

PARTE DEL PRESIDENTE PRADO SOBRE LOS MOVIMIENTOS DE LA ESCUADRA PERUANA Y EL COMBATE DE IQUIQUE

Arica, Mayo 24 de 1879

Señor General Ministro de Estado en el despacho de Guerra y Marina.

S.J.M.

Tengo el honor de dar cuenta a V. S. para que por su órgano llegue a conocimiento de S. E. el Presidente, del resultado de nuestra expedición, desde el día 16 que sali­mos del Callao hasta esta fecha.

Sin más incidentes de importancia que el haber tenido que demorarnos algunas horas en las islas de Chincha para reparar una ligera interrupción en la máquina del Oroya llegamos a este puerto en la tarde del 20.

Inmediatamente se procedió al desembarque del valioso cargamento que aquel trasporte y el Chalaco traían.

Como tuviese noticia de que la escuadra chilena se había movido con rumbo al Norte, dejando solo en Iquique dos o tres buques de madera, dispuse que esa misma noche saliesen sobre aquel puerto los blindados Huáscar e Independencia.

Asimismo ordené que el Chalaco saliese para Pisagua llevando todo su cargamento, y que al día siguiente se em­barcara con igual destino en el Oroya el batallón boliviano Olañeta, de 500 plazas, a reunirse a la división que al mando del general Villegas marchó por tierra antes de mi llegada, y que hoy consta de 2.000 hombres, más o menos, para guarnecer Pisagua.

La artillería y parque traídos para Arica acabarán bien pronto de completar su defensa, no solo como puerto de importancia comercial, constantemente amagado por el enemigo, sino como punto céntrico de las operaciones ma­rítimas que hoy han tomado un carácter altivo y poderosa­mente influyente en los planes de la guerra.

Sucesivamente llegaron el 22 dos botes de Pisagua con es­tos partes. El primero nos trajo la buena nueva de que el Huáscar había echado a pique a la corbeta chilena Esmeralda en Iquique; y el segundo que la fragata Independen­cia, al perseguir al trasporte Covadonga se había varado en Punta Gruesa; cerca de la caleta de Molle, y que resolvie­ron incendiarla para evitar que cayera en poder del enemigo.

Este funesto acontecimiento del cual no lamentaremos jamás lo bastante, ha venido a interrumpir el plan que me había propuesto. Pero si esta fatal contrariedad ha podido conturbar justamente los ánimos, tengo la satisfacción de ver que en todos el patriotismo se sobrepone a todo, para seguir adelante en el camino del honor y del deber sin de­tenerse en ninguna clase de emergencias consiguientes a la guerra.

En tan generosos y levantados sentimientos complázco­me en reconocer que abunda el señor general Daza, de en ya franca y cordial amistad hay derecho para esperarse mucho en obsequio a los altos fines que el Perú y Bolivia se proponen alcanzar en la actual gravísima contienda.

En este momento, 2 p. m., acaba de llegar el Chalaco y he resuelto marchar en él a Iquique, donde mi presencia es indispensable para hacer los arreglos convenientes.

Con el tiempo muy estrecho, solo me resta ofrecer a V. S. la expresión de mi distinguida consideración y aprecio.

Dios guarde a V. S., S. J. M.

MARIANO IGNACIO PRADO.


 

 

 

 

 

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