La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

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Relato del Subteniente del Atacama Rafael Torreblanca

 

El 26 de Noviembre, fecha de mi última carta, me embarqué con mi Batallón en el "Limarí". En este día y el siguiente se metieron en 15 transportes 11.000 hombres de las tres armas. El 28 en la tarde zarpamos de Antofagasta custodiados por el "Cochrane", "O'Higgins", "Magallanes" y "Covadonga". Después de muchas vacilaciones, llegamos al amanecer del 2 del presente frente de Pisagua. A las 7 de la mañana nuestros buques de guerra rompieron sus fuegos sobre dos Fuertes con un cañón de 150 cada uno. En menos de una hora los desmontaron. A las 9 h, doce o quince botes se pusieron al costado de nuestro vapor. Éramos los designados para poner los primeros el pié en tierra. Instantes después los primeros botes tripulados por soldados de la 1º y 3º Compañía, capitanes Soto y Vallejo, atracaban, entre una granizada de balas, en unas rocas al Norte de la población.

Para poder entendernos voy a hacerte una descripción del puerto.

La población esta situada al pie de un cerro tan empinado como el que te pinto. En la cima, es decir, a 200 metros sobre el mar se extiende una ancha meseta donde acampaban 2.000 bolivianos. Estos, desde la aparición de nuestros buques, habían bajado a parapetarse en las peñas de la playa y en la línea del Ferrocarril que sube al cerro y en una carretera que marcha próximamente paralela a la línea. Estos cortes del cero son, como comprenderán, trincheras magníficas para impedir un desembarque. Apenas pusieron pie en tierra nuestros primeros soldados, cargaron sobre los bolivianos, trepando como gatos por las peñas casi a pico. Los "cuicos" no aguantaron el asalto y se refugiaron en la primera curva de la carretera. Los nuestros, ocultos entre las piedras, sostenían un nutridísimo fuego de fusilería. Instantes después saltaba a mi vez en tierra. Nada avanzábamos con quedarnos allí. Gritando ¡a la carga! me lancé entonces espada en mano sobre esa primera trinchera arrastrando en pos mía 60 soldados. Los enemigos abandonaron el puesto sin que pudiéramos ponerlos al alcance del brazo. El cerro es medanoso, así es que llegamos ahí extenuados de fatiga. Después de algunos minutos de descanso y de fuego, asalté la primera línea del Ferrocarril. Como en todas partes, los cuicos no nos esperaron. Esta tirada fue más larga que la anterior y solo me acompañaron 18 a 20 soldados. Aguardé un cuarto de hora que se me reunieran más soldados, aguantando y contestando el fuego que nos hacían los "cuicos" desde la carretera, a 30 metros sobre nuestra cabeza.

De ahí destaqué 1 cabo de mi Compañía, José S. Galleguillo, con 10 hombres para que hiciera desocupar la carretera inferior, hacia el lado de la población, desde donde se hacía un vivísimo fuego sobre los botes. Oculto tras del corte del cerro pude observar sin peligro el aspecto del combate. El desorden era espantoso; los soldados se batían solos.

Sin jactancia, creo que he sido el oficial que ha mantenido más soldados a su alrededor. Los buines y los zapadores habían desembarcado, y en el desorden más espantoso principiaron a trepar el cerro.

Los últimos fueron rechazados desde la primera carretera a la playa. Una parte de nuestros soldados se batían encarnizadamente en la orilla Norte de la población, ayudados por los fuegos de la Escuadra, que había incendiado la población en tres partes. Por fin consiguieron subir a la primera carretera.

Con mis 8 hombres resolví subir 4 metros más arriba, a unos peñascos buenos para parapetos. En esta subida me mataron 2 hombres. Con los 6 restantes me mantuve 15 minutos haciendo fuego, y vi no sin temor, que se aproximaban haciendo fuego, los mismos "cuicos" que hicieron retroceder a los zapadores. La "Covadonga" les lanzó muy a tiempo para nosotros, media docena de bombazos certeros que los desorganizaron. Entonces nos atrevimos a embestirlos, y con mis 6 soldados, ocupé la carretera.

A fuerza de gritar y hacer señales, subieron algunos soldados más y entre ellos un corneta. Hice tocar llamada y a la carga y a las 2 de la tarde clavaba una banderita chilena en la cima del cerro, en el campamento boliviano.

A mi derecha y a mi izquierda, en una línea de 20 cuadras se han tiroteado encarnizadamente. Por mi parte, solo te cuento lo que he hecho personalmente; naturalmente en otras partes harían más. Eso sí, me cabe el honor de haber sido el primero en ocupar una trinchera y el primero en subir a la cima, acompañado en lo último con Alejandro Arancibia. Al pobre Cucho Fraga le atravesaron de un balazo las dos piernas. Según dicen se portó valerosamente. Lo llevan al Sur. Ha escrito desde el vapor una carta que lo eleva mucho. En el Atacama hay heridos 2 subtenientes más, Barrientos y Hurtado. Individuos de tropa muertos, 19 y heridos 40. En los otros cuerpos, lo ignoro. Zacarías bueno. No se batió.

 

R. 2º T.

*"Santa Cruz y Torreblanca de Sergio Fernández Larraín. Editorial Mar del Sur.  

 

 

Relato del Corresponsal del Mercurio

En una minuciosa correspondencia mandada a El Mercurio desde Pisagua mismo, encontramos tan detallada la toma de ese puerto y sus alturas, que no podemos menos que tomar de ella algunos acápites que hacen plena justicia a los soldados del Atacama y de Zapadores a quienes correspondió lo más rudo en ese porfiado combate. Dice así el corresponsal del Mercurio.

"Imposible parecía que aquellos 450 hombres se hubiesen sostenido durante tanto tiempo combatiendo contra fuerzas superiores en número y parapetados tras de formidables trincheras. Desde el mar se veía sembrada de cuerpos humanos la rápida pendiente que a manera de ancho lomo sube desde el morro situado entre ambas ensenadas, y es imposible describir las sensaciones que todos, marinos, soldados y oficiales, experimentaban al ver abandonados aquellos valientes.

Los soldados del "Atacama" sin embargo, subían como culebras la arenosa cuesta, y después de disparar un tiro medio recostados, principiaban a arrastrarse de nuevo hacia arriba. La mayor parte de los que desde abordo nos parecían cadáveres, examinados con el anteojo los veíamos avanzar, levantando de cuando en cuando la cabeza para distinguir a sus enemigos y disparándoles a quemarropa certeros tiros.

Y subían y subían sin mirar atrás y sin preocuparse de sí eran apoyados, guiados únicamente por su coraje y su bravura. Vimos un grupo de 5 atacameños, entre ellos, según supimos, el valiente capitán Fraga, que, después de posesionarse de la trinchera formada por la primera vía del Ferrocarril, llegaba a la mitad del segundo tramo de la falda y se batía casi a boca de jarro contra los enemigos parapetados en esa nueva posición.

Allí caía herido el valeroso capitán, que con voz entera siguió animando a sus soldados a que continuasen subiendo.

Los Zapadores, mientras tanto, en vez de batirse como los mineros del Atacama, es decir, cual leones rabiosos, con ímpetu, sin más orden de batalla que el indicado por la propia conservación, lo hacían ordenadamente, al son de la corneta y desplegados en guerrilla al mando de su capitán. El mayor Villarroel, de este cuerpo, que fue a tierra en la 1º División fue gravemente herido dentro del que lo conducía.

Los Zapadores sufrían de flanco un nutrido fuego del enemigo, parapetado en la casa de la Compañía de Salitres, a más de los tiros de frente que les dirigían desde arriba. No retrocedían, sin embargo, un paso y conservaban su orden de formación, avanzando lenta pero segura y resueltamente.

Todos aquellos bravos se habían apoderado de los peñascos de la playa batiéndose cuerpo a cuerpo con los enemigos y empleando, más que las balas, la bayoneta y la culata de sus rifles.

En el primer asalto de la playa, fatigados del largo rato que habían permanecido encerrados en la embarcación, saltaron a tierra como locos y escalaron ágiles las rocas por distintos puntos, acompañados por los marineros, aspirantes y oficiales de los botes.

Los bolivianos, sorprendidos por aquella avalancha, disparaban a quemarropa sin apuntar, y parecían absortos y paralizados a la vista de aquellas furias, sin atinar a hacer uso de la bayoneta. El valor frío e impasible de los cholos no resistió allí mucho tiempo al ímpetu irresistible del soldado chileno.

 

La tarea de trepar penosamente un cerro arenoso y casi a pique, fue la que puso más a prueba las brillantes dotes de nuestros soldados.

Al enterrarse hasta media pierna en la movediza arena de la falda, los soldados del Atacama maldecían las botas, y uno de ellos nos dijo que si hubieran tenido hojotas lo habrían hecho mucho mejor.

Como buenos mineros, trepaban el cerro, a pesar de su molesto calzado, más ligeramente que los famosos bolivianos, y muchos de estos fueron cogidos por detrás y muertos a culatazos; otros abandonaban el rifle para huir con más presteza, y algunos se veían obligados a volverse y disparar sobre los que ya les iban a los alcances.

En otra lancha en que iban 50 hombres del Atacama, entre ellos subtenientes de ese cuerpo señores Hurtado y Matta. Esta lancha iba remolcada por la lancha a vapor del "Cochrane", en que iba el Estado Mayor, y sea por temor a las rompientes o por otra causa, la dejó sin remolque cuando todavía faltaban unos 50 metros para llegar al desembarcadero.

Las embravecidas olas arrastraron la lancha hacia las piedras, y fue una fortuna que no se destrozara al chocar contra ellas. Pero quedó montada sobre una roca, bamboleándose a impulso de la resaca y expuesta a los fuegos del enemigo sin que sus tripulantes pudieran defenderse, porque los fuertes vaivenes de la embarcación les impedían apuntar.

En esta desesperante situación fueron muertos 6 hombres y heridos 8; entre ellos el subteniente Hurtado, y viendo los soldados del "Atacama" que allí iban a perecer todos sin disparar un tiro, principiaron a tirarse al agua para ganar a nado la ribera.

Las olas y la resaca les impedían, sin embargo, ganar tierra, y 2 se ahogaron en aquella tentativa, logrando salir 6 a la playa, después de desesperados esfuerzos, entre ellos el subteniente Matta.

Pero en vista del peligro a que estaban expuestos los que salían de la lancha, el subteniente Hurtado prohibió a los demás que los imitaran, y allí permanecieron hasta que un bote del "Loa" los recibió a su bordo y los dejó en la playa.

El enemigo fue el que vino a pagarla, porque aquellos hombres avanzaban furiosos cerro arriba, reuniéndose pronto con sus compañeros que habían bajado a tierra en la 1º División.

El subteniente Hurtado, a pesar de su herida, se puso a la cabeza de sus soldados y los acompañó hasta el fin de la lucha.

Uno de los oficiales bolivianos prisioneros dice que los del Atacama parecían leones hambrientos, y que su sola presencia paralizaba a sus soldados hasta el punto de que necesitaban a cada momento ser animados para que no emprendiesen la fuga.

 

La parte en que se batió el Atacama estaba cubierta de cadáveres de soldados bolivianos, siendo de notar el escaso número de heridos hecho por nuestras balas.

Esto nos lo explicó un soldado del Atacama, diciéndonos que necesitaban dejar bien muertos a los enemigos que habían ocupado la ribera porque muchos cuicos se hacían los muertos y después les disparaban por detrás a mansalva. Sin duda por esto el número de heridos bolivianos y peruanos no pasa de 30, mientras que hasta la fecha se han contado ya más de 150 cadáveres.

 

Un diario del Sur hace las siguientes observaciones que se desprenden del combate de Pisagua, comparando las bajas del Batallón "Atacama" con las que experimentó el "Huáscar" en su "heroica tripulación".

Solo 150 hombres del "Atacama" desembarcaron en Pisagua. De los 150 salieron heridos, como se sabe, 104.

¡Qué heroico bautismo!

En cambio, de los 200 dioses del "Huáscar", quedaron ilesos 166.

Basta comparar cifra con cifra para que queden comparados hombres con hombres

 

 

 

 
 
 
 
 

 

 

 

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