La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

Campañas de la Guerra

Campaña Naval
Campañas Terrestres
Unidades Militares
Escuadras
Música Alegórica
Libros de la Guerra del Pacifico

 

 

RELATOS CAPTURA DEL RÍMAC

Documentos de la Guerra

Causas de la Guerra
Tratados
Partes Oficiales
Documentos
Relatos de Guerra
Condolencias

 

 

Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

En la noche del 18 de Julio del año 1879, salía el "Regimiento Carabineros de Yungay", al mando del Comandante don Manuel Bulnes, de su cuartel de Santiago, que estaba en la Alameda de las delicias esquina de la calle Santa Rosa.

La noticia de la partida congregó a una enorme cantidad de gente que se agrupaba en los costados de la Alameda para arrojar ramos de flores y enardecidos vítores al paso del flamante Regimiento, formado la mayoría por jóvenes imberbes que marchaban a los campos de batalla.

Bandas de otros regimientos de la guarnición acompañaron al cuerpo a despedirlo a la Estación Central, y desde Santiago a Valparaíso, hasta en los pueblos más insignificantes a pesar de la hora avanzada, acudieron al andén a decirnos adiós, con el mismo entusiasmo clamoroso y patriótico, gente de todas las clases sociales con bandas de música o murgas improvisadas.

En la mañana del 19, en medio de la algazara delirante de los porteños, fuimos llevados al muelle donde embarcamos a bordo del "Rímac".

Durante todo el 19 permanecimos embarcados. Ese día se tuvo conocimiento de que los barcos de guerra peruanos; el Huáscar y la Corbeta Unión, habían sido avistados por las alturas de Caldera, noticia que, naturalmente, retardó la partida.

Sin embargo, a causa de informes falsos, y contradictorios, se dio la orden de partir el 20.

Y el transporte zarpó, sin otra escolta que las gaviotas, a pesar de llevar a bordo, además de un Regimiento de Caballería, cajones con armamentos y dinero para el Ejército acantonado en Antofagasta.

Olvidaba decirle que el Paquebote "Maule" partió junto con el Rímac, llevando pertrechos de guerra con igual destino pero en la primera noche de navegación lo perdimos de vista y pudo arribar al puerto, burlando la vigilancia del enemigo.

Navegamos sin contratiempo hasta la noche del 22 en que nos mantuvimos sobre la máquina cerca de Antofagasta. El Comandante del Rímac, Capitán de Fragata don Ignacio Gana, no creyó conveniente - por razones náuticas - , en resguardo de los intereses que le estaban confiados, entrar al puerto a causa de la espesa neblina que cerraba la costa.

Con la primera claridad del alba continuemos la ruta. Poco después de haber echado a andar, como a las 7 de la mañana, el vigía gritó desde arriba de la cofa: "¡Buque a la vista!".

A esta voz, corrimos tola borda, con la infantil curiosidad de los neófitos, a ver de qué se trataba. Difícilmente pudimos distinguir, hacia el lado de tierra, la silueta borrosa de una especie de buque de velas, apenas diseñada en el fondo impenetrable de la neblina.

El buque, en realidad, tenía velas; pero ello obedecía como después se advirtió, a un hábil estratagema ideada por el Comandante de la Corbata Unión, que tal era el pacífico velero que nosotros creíamos. El enemigo estaba inmóvil, agazapado en su colchón de bruma, esperando que la presa se acercara para hacerla suya.

En un principio se continuó en la misma dirección, pues nuestro jefe se tragó la píldora, y no reconoció, bajo el disfraz a la nave peruana.

Pero en cuanto anduvimos poco más de una milla, el vigía del Rímac, exclamó de nuevo: "¡Buque enemigo a la vista!". Y agregó a voz en cuello: "Es la Unión", ¡a mi no me la pega; la conozco bien! ¡Muy Bien! ¡Yo he navegado a su bordo cuando la Revolución de Piérola!"

Al oir esta rotunda información, se procedió a un segundo reconocimiento. El perspicaz marinero no se había engañado: era la Unión.

Sobre la marcha, torciendo el rumbo que seguíamos, viramos hacia el N. O.

Como única defensa, solo existía a bordo del transporte un antiquísimo cañón, de ánima lisa y pequeño calibre. Arma del tiempo de la independencia, en uso de los vapores de la carrera para saludar con salvas a los puertos mayores. Huelga añadir, por lo tanto, que cualquiera resistencia en esa forma, además de grotesca era perder el tiempo. No nos quedaba más que la esperanza de, a favor de la bruma, perdernos en el horizonte, confiados a la ligereza de nuestro mayor andar.

Por la maniobra que hicimos al cambiar de rumbo, la Unión, comprendió en el acto que había sido reconocida, y en tal concepto, arrió su falso velamen, iniciando en seguida la persecución.

 

 
 
 
 
 

 

 

 

Los Mutilados

 

 

Monumentos


 

 

 

 

 

 


 

 

Viña Corral Victoria ;  Una Viña Patriota

 

 

 

 

 

© 2000 - 2017 La Guerra del Pacífico ; Los Héroes Olvidados www.laguerradelpacifico.cl

La primera y más completa web de la Contienda del 79

 

 

La pintura en la Guerra del Pacífico