La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

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Condecoraciones

 

 

PARTE DEL COMANDANTE JUAN JOSÉ LATORRE

 

COMANDANCIA DEL BUQUE “ALMIRANTE COCHRANE”

Número 56.- Mejillones, Octubre 8 de 1879.

Anoche, momentos después que dejara V. S. este puerto, el señor Ministro de Marina me ordenaba por telégrafo zarpar del fondeadero, y navegando en conserva con los buques O'Higgins y Loa, nos estableciéramos de crucero en el paralelo de Punta Angamos y a veinte millas distante de la tierra más cercana.

Para cumplir debidamente estas instrucciones, salíamos de Mejillones a la medianoche, alcanzando a las 4 A. M. de hoy el punto preciso de nuestra estadía.

Al aclarar el día se avistó un buque que nos demoraba S. S. E. y sucesivamente un segundo cercano al primero: ambos, por lo visible que se iban haciendo, los supuse de buques sospechosos, y en previsión de que fuesen enemigos, ordené desde luego levantar la mayor presión posible. Momentos después nuevos humos que aparecían en la misma dirección, no me dejaban duda alguna que los buques Blanco y Covadonga perseguían en su retirada al norte a los de la marina peruana Huáscar y Unión. Incontinenti ordené forzar las máquinas, gobernando a la vez rectamente sobre Punta Angamos, donde creía poder cortarles su derrota, obligándolos a empeñar el combate.

Apercibidos de nuestra maniobra, el enemigo, que al principio mantuvo a rumbo, seguro a la superioridad de su marcha, comenzó a dar muestras de sorpresa una vez descubierto su error. Después de cambiar dos o tres veces la derrota, la Unión, destruyendo el convoy, enmendó su proa al norte, y siguió esa dirección a todo vapor, en tanto que el Huáscar, al parecer, se disponía a aceptar el combate.

En el acto, por medio de señales, ordené al señor comandante de la O'Higgins que emprendiera la persecución de la corbeta, y lo propio enseguida al del Loa.

Persistiendo por mi parte en la maniobra que había emprendido, reconocía, al estar a 2.300 metros del monitor peruano, que éste me presentaba sus cañones abiertos tres cuartas de nuestra proa por estribor. Esto no obstante, proseguí a cortarle su rumbo en la convicción que buscaba oportunidad de escapar. Eran entonces las 9 h. 20 m. A. M.

Al sentir pasar dos proyectiles por sobre nuestra borda, goberné directamente sobre el monitor, juzgando que este movimiento, a la vez que disminuía la distancia amenazando al enemigo con el espolón, le obligaría a colocarse en una situación desventajosa, por cuanto debía venirse sobre el Cochrane, a caer sobre estribor presentando aquella parte de su buque hacia la cual, según informes, no podía dirigir la boca de sus cañones por defectos en su torre.

El Huáscar a la distancia indicada abrió sus fuegos, a los que sólo contesté una vez colocado a 2.200 metros, la que por la dirección que seguíamos comenzó a disminuir.

El enemigo continuando sus disparos cayó sobre estribor, lo que me hizo gobernar paralelamente a él para continuar el combate en estos términos, hasta que se llegó a estrechar la distancia a 450 metros.

A las 10 h. 10 m. A. M. el Huáscar arrió la única bandera que izaba al pico del palo mayor; pero como el buque durante más de dos minutos no detuviera su marcha, juzgué que la insignia habría caído; y, en consecuencia, ordené continuar el fuego. Al sentir estos disparos se izó de nuevo la bandera a bordo del monitor y prosiguió paralelo con el Covadonga, hasta que transcurridos diez minutos el enemigo ejecutó la peligrosa maniobra de girar sobre estribor, que sólo me la pude explicar por alguna avería en la torre o en su timón.

A ese movimiento cerré la caña a babor para espolonear, sin disminuir, sin embargo, el andar de la hélice de estribor, porque, si bien con esto conseguiría aumentar la rapidez de la caída, disminuiría la marcha, que era sobretodo lo que nos importaba mucho conservar, atendida la del enemigo.

El Huáscar pudo pasar libremente por nuestra proa; pero este movimiento lo echó sobre el Blanco, que en ese momento avanzaba con ligereza hacia nosotros. Eran a la sazón las 10 h. 25 m. A. M.

El Blanco, en su rápido ataque sobre el monitor, se interpuso entre él y nuestro buque, de tal manera que hubimos de girar sobre babor y el Blanco sobre estribor, motivando así que la distancia entre el Huáscar y el Cochrane se aumentara de 200 metros a que estaba a 1.200. Ordené entonces forzar cuanto era posible nuestras máquinas, a la vez que el Huáscar, desesperando talvez de escapar a las fuerzas que ahora lo combatían, describió un arco de círculo y puso resueltamente proa al Cochrane. En el acto imité la maniobra del monitor, lo que visto por éste cerró su caña a estribor, alcanzando su popa a pasar franca de nuestro espolón cinco metros distante. Se aprovechó esta circunstancia para disparar una de nuestras piezas con puntería por depresión.

Como el Huáscar continuara girando sobre estribor, el Blanco, que más atrás que nosotros hacía el mismo rumbo que anteriormente el Cochrane, aprovechó el momento para también espolonearlo, operación que todavía, una vez más, intentamos sucesivamente ambos blindados, pero sin alcanzar el objeto propuesto. Mientras tenían lugar estos movimientos nuestros fuegos continuaban, viéndose por fin el enemigo obligado a enderezar su proa al norte y rendirse enseguida, habiendo arriado definitivamente su bandera a las 10 h. 55 m. A. M., terminándose así este combate después de una resistencia tenaz y vigorosa.

Los proyectiles gastados por el Cochrane durante el combate se estampan a continuación:

45 granadas Pelliser de 9 pulgadas.
12 granadas de segmento de 20 libras.
4 granadas dobles de 7 libras.
12 granadas Shrapnell de 7 libras.
560 cápsulas de ametralladoras.
1000 cápsulas de rifle.

Nuestras punterías en general fueron correctas y desastrosos sus efectos, tanto entre los tripulantes del monitor como en su casco, según hemos podido apreciar enseguida; en cambio las del Huáscar, a pesar de su buena dirección, casi siempre pasaban altas, alcanzándonos en el casco sólo cinco de sus proyectiles de a 300: uno en el blindaje de la batería, aflojando los pernos de la plancha respectiva por el efecto de la concusión; otro en la aleta de estribor que destrozó el camarote del Comandante, parte de la sala de armas, botica, cubichete de la máquina, pañol del piloto, yendo a salir por el lado opuesto; un tercero que perforó la proa a estribor metro y medio sobre la línea de agua debajo del portalón de estribor, que no causó ningún daño por venir en dirección muy oblicua, y finalmente, el quinto que se llevó el pescante de la gata de babor.

El fuego de ametralladora de la cofa del Huáscar nos cortó casi toda la maniobra de babor, perforó en varias partes la chimenea, como asimismo el blindaje de la cofas, quebró algunos vidrios de cubichete y atravesaron también algunos botes.

Las bajas experimentadas en nuestra tripulación son las siguientes:

Herrero 1º Pedro Espinoza, herido gravemente por astillazos en la pierna y muslo derecho.
Grumete Domingo Johnson, herido gravemente por las balas de ametralladora en el estómago y pierna.                                                                                                       Calafate José M. Villarreal, gravemente por astillazos en la cabeza y pierna derecha.
Carbonero Vicente Díaz, gravemente por astillazos en la cara y pierna derecha.
Soldado Custodio Segura, gravemente por bala de ametralladora en la pierna izquierda.
Soldado José M. Jofré, gravemente por bala de ametralladora en la rodilla derecha.
Carbonero José R. Morales, levemente en la cabeza por astillazos.

En oficio aparte daré cuenta a V. S. del comportamiento observado por los señores jefes, oficiales y tripulantes del buque de mi mando. Por el momento me limito a anticipar a V. S. que, en general, la conducta de mis subordinados ha sido digna de los mayores elogios.

Dios guarde a V. S.

J. J. LATORRE

Al señor Comandante en Jefe de la Escuadra.

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PARTE DEL COMANDANTE JAVIER MOLINA

COMANDANCIA DEL VAPOR LOA

Mejillones, Octubre 9 de 1879.

Señor Comandante en Jefe:

Cumpliendo con las instrucciones verbales que se me impartieron, zarpamos de Mejillones a las 6.15 A. M. del día 7, en convoy con el Cochrane y la O'Higgins y navegamos hasta las 5.10 de la mañana del día siguiente, hora en que la Punta Angamos nos demoraba al E Œ S distante 21 millas. Tratábamos de mantenernos con la proa al sur, cuando a las 6.15 A. M. recibí aviso de avistarse en esa dirección vapores, lo que en el acto puse en conocimiento del comandante del Cochrane, dirigiéndome a la vez en demanda de ellos.

A las 6.30 disparé dos cañonazos de alarma anunciando al Cochrane y la O'Higgins la presencia del enemigo. Acababa de cerciorarme que los buques peruanos Huáscar y Unión eran perseguidos por el Blanco, que traía en pos al Covadonga y Matías Cousiño.

Para completar el círculo que debía encerrar a las naves peruanas, pasé a tomar colocación por la cuadra del Blanco, mientras la O'Higgins se colocaba al lado del Cochrane y en la posición conveniente para coadyuvar al mismo fin.

A las nueve, como notásemos que la Unión se separaba del Huáscar y se dirigía al norte a todo vapor, nos lanzamos en su persecución precedidos a 8 millas por la O'Higgins.

Pasando de tres a cuatro mil metros del Huáscar nuestro blindado, pudimos ser testigos de todos los incidentes del glorioso combate que terminó en la captura de aquel monitor.

Nuestra rápida marcha nos permitió pasar y dejar atrás a la O'Higgins que a las 2.30 P. M. se hallaba de 10 a 12 millas al sur. En ese momento la Unión distaba cuatro mil metros de nosotros.

Creyendo que algunos disparos hechos al buque perseguido lo detendrían en su marcha para contestarme, le lancé tres granadas de 70 y una de 150 que no lograron dar en el casco enemigo.

Vista la inutilidad de mis esfuerzos para estrechar la distancia con más rapidez y que la O'Higgins quedaba más y más atrás, creí lo más conveniente esperar a nuestra corbeta para consultar con su comandante el partido que debíamos tomar.

A las 7.15, cuando ya oscurecía, volvimos para el sur y navegamos hacia Punta Angamos. En la mañana del día de hoy nos pusimos al costado del Cochrane y a las 9.10 largamos el ancla en este puerto.

Inútil me parece hablar a V. S. del entusiasmo que la oficialidad y tripulación del Loa, buque de mi mando, manifestó mientras perseguíamos a la corbeta peruana que logró escaparse gracias a su rápido andar.

Terminaré rogando a V. S. se sirva aceptar las felicitaciones que en nombre de toda la oficialidad y tripulación del Loa y en el mío propio, envío a V. S. por el triunfo alcanzado por los buques colocados al mando de V. S. en el memorable combate de Mejillones.

Dios guarde a V. S.

JAVIER MOLINA

Al señor Comandante en Jefe de la Escuadra.

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PARTE COMANDANTE JORGE MONTT

COMANDANCIA DE LA CORBETA O'HIGGINS

Mejillones, Octubre 9 de 1879.

Doy cuenta a V. S. de que en la mañana de ayer, a las seis y media, se avistaron humos que, reconocidos por el vapor Loa, resultaron ser del enemigo. Inmediatamente se gobernó sobre ellos de manera a impedirle se fueran hacia el oeste; a las siete y media se reconoció que los humos avistados pertenecían a los buques enemigos Huáscar y Unión. En convoy con el Cochrane marchamos a cortarles la proa, gobernando en esos momentos del este hacia el norte gradualmente.

A las ocho recibimos orden del comandante del Cochrane de empeñar combate con la Unión; seguimos entónces, como desde el principio, gobernando a cortarle la proa al enemigo; pero éste desde el primer momento nos mantuvo una distancia de cinco mil metros sin aumentarla, quizás para conocer nuestro andar y observar las peripecias del combate que se había trabado entre el Cochrane y el Huáscar.

En la convicción de que la Unión empeñaría combate con nuestro buque y en cumplimiento de la orden que por señales recibí del Cochrane, continué la caza, y a las doce, distando del enemigo diez mil metros y teniendo al vapor Loa por nuestro costado, le ordené aumentara su andar hasta llegar a dos mil metros del enemigo y le disparara con su cañón de caza, creyendo que con esta medida la Unión detuviera su andar y nos diera tiempo para atacarla. La Unión, a pesar de cinco disparos que le hizo el Loa, continuó avante, sin responder con sus cañones.

Llegada la tarde y convencido por la distancia de ocho millas que nos separaba de la Unión que era inútil continuar la caza, a las siete de la noche, estando a la altura de la desembocadura del río Loa, hice rumbo a este puerto, donde he fondeado a las nueve y media de la mañana de hoy.

Dios guarde a V. S.

J. MONTT

Al señor Comandante en Jefe de la Escuadra.

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PARTE DEL COMANDANTE GALVARINO RIVEROS

COMANDANCIA EN JEFE DE LA ESCUADRA DE CHILE

Antofagasta, Octubre 10 de 1879.

Señor Comandante General.

Después de mi arribo a Mejillones de Chile que de doy cuenta a V. S. en nota de hoy, relatando el resultado de mi expedición sobre Arica, me ocupé activamente en hacer tomar carbón a los buques de la Escuadra para marchar con ella al sur. Indicábame esta marcha la repetición de telegramas tanto del Supremo Gobierno como del señor Ministro de la Guerra en Antofagasta, en los que se establecía el hecho indudable de que las naves de guerra peruanas hostilizaban las costas de Chile.

Acordé con los comandantes de los buques salir de aquel puerto en altas horas de la noche, con la Escuadra en dos divisiones. Una formada por las naves de más lento andar, que marcharía a vista de tierra inspeccionando las caletas y cualquiera abrigos de la costa en donde pudiera hallarse en acecho el enemigo, y otra de naves ligeras, que iría detrás a veinte o veinticinco millas, más o menos, lejos de tierra.

Esa combinación no llegó a realizarse a causa de un telegrama del señor Ministro de la Guerra en el que ordenaba directamente al comandante del blindado Cochrane que se mantuviese durante esa noche y hasta las doce meridiano del siguiente día cruzando con la O'Higgins y el Loa a la altura de Mejillones de Chile. El Blanco Encalada, la Covadonga y el transporte Matías Cousiño debían marchar hacia el sur y cruzar durante la noche no lejos del puerto de Antofagasta.

En cumplimiento de esas órdenes, zarpé para Mejillones con los buques nombrados a las diez P. M. del día 7 y marché a la vista de la costa y con rumbo al sur.

Como a las 3.30 A. M. del día 8, y a la altura de Punta Tetas, la guardia del Blanco Encalada avistó por la proa dos humos de vapores, que parecían salir de la costa, como a reconocer a los que marchaban bajo mi mando. La distancia a que se presentaron esas naves era como de cinco millas.

Ordené gobernar inmediatamente sobre los buques avistados, los que comenzaron a alejarse tan pronto como me dirigí sobre ellos. Esta circunstancia me hizo comprender que me hallaba en presencia de las naves enemigas, y poco más tarde la claridad del día me trajo la convicción de que el Huáscar y la Unión huían delante del Blanco Encalada.

La caza estaba empeñada. A pesar del mal estado de los calderos del Blanco ordené dar a la máquina toda su fuerza y seguir rumbo directo sobre el enemigo. Comprendí muy bien, visto el andar de las naves perseguidas, que serían inútiles mis esfuerzos si no acontecía, como lo esperaba confiadamente, que el resto de las naves de la escuadra chilena saliese al paso y contuviese al enemigo en su huida. Para esperarlo, recordaba que el comandante del Cochrane debía a esa hora cruzar como a veinte millas al oeste de la Punta Angamos.

El enemigo huía delante del blindado chileno, a veces inclinando su rumbo hacia el oeste, a veces acercándose a tierra, pero siempre en dirección al norte. El superior andar de sus naves aumentaba por momentos la distancia que nos separaba. Mi deber era, sin embargo, continuar sin descanso la persecución, como el mejor medio de llevar al enemigo hacia un combate inevitable, esperando que al fin se presentase el crucero de Mejillones.

Como a las 7 A. M. se avistaron hacia el noroeste humos de vapor. Momentos después pudo adquirirse la certeza de que se presentaban nuestras naves esperadas y de que emprendían por su parte la caza al enemigo.

Las naves peruanas, reconociendo el peligro que las rodeaba, forzaron sus máquinas y continuaron huyendo hacia el norte, pero no lejos de la costa. Entre los buques enemigos y nuestros blindados mediaría en esos momentos una distancia como de seis mil a ocho mil metros. La Unión, como de mayor andar, aumentaba visiblemente esa distancia. En la caza de esta nave se empeñaron la corbeta O'Higgins y el vapor Loa, alejándose rápidamente del resto de la Escuadra. Los blindados siguieron a toda fuerza sobre el Huáscar.

El Cochrane, dando la mayor presión posible a su máquina, alcanzó notablemente a estrechar la distancia que lo separaba del monitor peruano. Éste, con supremos esfuerzos, procuró buscar una escapada hacia el norte, pero el blindado chileno ganaba sobre él cortándole el paso, y se veía que no estaba distante el momento en que, siendo imposible la huida, debía realizarse el combate.

A las 8.40 A. M. el Cochrane se hallaba como a tres mil metros de distancia del Huáscar. A las 9.15 el Huáscar, siempre huyendo, disparó sobre el Cochrane sus primeros cañonazos. Nuestro blindado no contestó. Con una serenidad digna de elogio, su comandante no se preocupó del fuego del enemigo; siguió avanzando sobre él, a fin de que los disparos del Cochrane fuesen más certeros y terribles.

El combate pocos momentos después se empeñó con nutrido fuego de cañón de una y otra nave.

El Blanco, mientras tanto, avanzaba sobre el enemigo. El Huáscar, después de sostenido cañoneo con el Cochrane, dirigió su proa hacia el Blanco, haciendo algunos disparos sobre este blindado, que fueron inmediatamente contestados.

Hubo un instante en que dejó de verse izada la bandera del Huáscar, y se creyó concluido el combate: pero la bandera peruana volvió a levantarse en la nave enemiga, y la lucha continuó.

Las distancias se acortaron de tal manera que se creyó llegado el momento de emplear el espolón, evitando el del buque contrario. Hubo un instante en que el Huáscar pasó como a veinticinco metros de distancia del Blanco, disparando sus cañones y haciendo nutrido fuego con las ametralladoras de sus cofas.

El Cochrane, alejado por algún trecho del Huáscar por el movimiento que este monitor hizo sobre el Blanco, volvió otra vez sobre él, y maniobrando con oportuna destreza, colocó al enemigo entre dos fuegos. En esos momentos, el Huáscar, bajo una lluvia de proyectiles de nuestros blindados, se vió obligado a rendirse.

Casi al terminar el combate llegó la Covadonga a tiro de cañón, y alcanzó a disparar uno de sus proyectiles sobre el enemigo.

Pudo observarse ya que había entrado la desmoralización en la tripulación de la nave peruana. A pesar de que su máquina seguía funcionando, como intentando todavía escapar, se veía que desde sus bordas se arrojaban al agua algunos de sus tripulantes.

En esas circunstancias hice cesar los fuegos, y me ocupé en ordenar que se arriasen los botes de las naves más próximas para llevar oportunos auxilios a los náufragos. Desde el Blanco Encalada uno de esos botes, al mando del mayor de órdenes de la escuadra, se dirigió al Huáscar para tomar allí a los señores jefes de aquel blindado. Momentos después volvía ese bote a bordo trayendo la triste noticia de que el Comandante Grau había muerto, arrebatado por un proyectil. Su cadáver había desaparecido. Poco después de esa muerte, sucumbieron también dos jefes más que lo habían reemplazado.

La muerte del contralmirante peruano don Miguel Grau ha sido, señor Comandante General, muy sentida en esta Escuadra, cuyos jefes y oficiales hacían amplia justicia al patriotismo y al valor de aquel notable marino.

Me ocupé enseguida en prestar atención preferente al transbordo y cuidado de heridos y prisioneros, coloqué guarnición chilena a bordo del buque rendido, y lo envié inmediatamente a Mejillones de Chile.

El triunfo obtenido en la proximidad de ese puerto ha debilitado inmensamente las fuerzas marítimas del enemigo y ha dado a la república un excelente buque de guerra. Habiendo quedado su máquina en perfecto estado, puede ese buque, con algunas reparaciones, volver a entrar en combate enarbolando la bandera nacional. A más de esa valiosa adquisición, tenemos en nuestro poder veintiocho prisioneros entre jefes y oficiales, y un número de más de cien individuos de tripulación.

Este resultado se ha obtenido con pocos sacrificios. El Cochrane recibió dos proyectiles enemigos, que no dañaron ninguna parte vital del buque. Su tripulación, según parte del comandante, tuvo diez heridos, de los cuales sólo uno ha fallecido, quedando otro de alguna gravedad, y el resto con heridas leves. El Blanco Encalada no tuvo en el combate ni pérdida ni deterioro alguno.

La conducta de los señores jefes, oficiales y tripulación de los buques que rindieron al Huáscar, ha sido digna de todo elogio.

Cuando se ven los destrozos que nuestros proyectiles hicieron en el nave enemiga, se comprende que los combatientes de los buques chilenos debieron tener durante el combate igual serenidad que en un tiro al blanco.

En comunicaciones separadas elevaré al conocimiento de V. S. los estados nominativos de los prisioneros de guerra capturados en el Huáscar, el número de muertos y de heridos, y los partes respectivos de los señores comandantes de los buques de mi mando que tomaron parte en este hecho de armas.
Debo, sí, antes de concluir, agregar que la O'Higgins y el vapor Loa, que se alejaron persiguiendo a la Unión, dieron la caza hasta la altura del río Loa. Viendo la imposibilidad de alcanzarla, suspendieron la persecución, y ya entrada la tarde, hicieron proa al sur y volvieron a Mejillones de Chile, donde fondearon a las 9 A. M. del día 9.

Dios guarde a V. S.

GALVARINO RIVEROS

Al señor Comandante General de Marina.

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PARTES OFICIALES PERUANOS

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PARTE DEL COMANDANTE AURELIO GARCÍA Y GARCÍA

 

A bordo de la Corbeta Unión.- Al ancla, Arica, Octubre 9 de 1879

Benemérito señor General Director de la Guerra.

B. S. G. :

Al fondear en este puerto con la corbeta Unión de la división de mi mando, cumplo con el deber de dar parte a V. S. de los acontecimientos que han tenido lugar desde nuestra salida de Arica el 30 del pasado en convoy con el monitor Huáscar y a órdenes del Contralmirante Grau.

Habiéndonos reunido ese mismo día en Iquique, después de dejar allí la división que condujo el transporte Rimac, zarpamos el Huáscar y la Unión en convoy hacia el sur. El 4 recalamos sobre la costa de Chile y después de apresar la goleta Coquimbo en Sarco, nos hicimos nuevamente a la mar. En la noche penetramos ambos buques al puerto de Coquimbo, reconocimos su fondeadero, muy inmediatos a los buques surtos en la bahía, y volvimos a salir sin la menor novedad.

Por la mañana del 5 entramos asimismo en la rada de Tongoy. Aquí resolvió el Contralmirante Grau que regresáramos al norte, pero tocando previamente en ciertos lugares acordados.

Habiéndonos dirigido con el convoy sobre la ensenada de Antofagasta, avistamos las luces de este puerto a las 1 h. 35 a. m. del 8; el Huáscar se acercó a practicar un reconocimiento y la Unión, después de aguantarse largo rato sobre su máquina, puso rumbo a la punta de Tetas, donde tenía instrucciones de esperar al Huáscar. Este no se hizo aguardar y a las 3 h. 30 m. a. m. se cambiaron entre ambos buques las señales que teníamos para el caso. Navegamos hacia el norte a dos o tres millas de tierra, teniendo el Morro Moreno por la escuadra, cuando el Huáscar, cuyas aguas seguíamos, desvió rápidamente su rumbo sobre el O. y luego al S. O., haciéndonos al mismo tiempo la señal de "buques enemigos". En efecto, el humo de cuatro vapores se veía distintamente un poco al norte, muy cerca de tierra y próximos a nosotros. Eran las 4 h. 30 m. a. m. y aunque la luna se hallaba fuera, el tiempo estaba brumoso, como sucede de ordinario al amanecer en estas costas. El viento soplaba fresco del sur, y como esto era desfavorable a la marcha del Huáscar nos interpusimos con la Unión entre el monitor y los enemigos, quienes, teniéndonos más inmediatos y avistando sólo nuestro humo, gobernaron en nuestra persecución. Así logramos, aumentando progresivamente de andar, llevarlos más al sur, mientras el Huáscar fue rondando su rumbo al norte, que era el más favorable a su marcha. A las 5 h. 30 m. a. m. había aclarado completamente, y entónces pudimos observar que nuestros perseguidores era una división chilena compuesta de un blindado y tres vapores más. Luego que éstos reconocieron al Huáscar, que ya se encontraba como a tres millas al norte, gobernaron todos en su demanda. La Unión pasó a colocarse entre el Huáscar y los enemigos, conservando de éstos una distancia de cinco a siete mil metros.

Observaciones repetidas nos hacían conocer que el Huáscar aumentaba, aunque lentamente, la distancia respectiva. Así continuó todo hasta las 7 h. 20 m. a. m., hora en que el vigía dio la voz de "tres humos por el N. O.". Poco después se reconocieron tres vapores que componían una segunda división encabezada por el otro blindado chileno. Desde este momento nuestra situación se hizo muy delicada. El paso del N. Œ N. E. al este se hallaba cerrado por la costa inmediata, que nos demoraba a ese lado, el del N. NO al O. por la nueva división, y el del sur, por la primera que nos perseguía.

No quedaba, pues, otro recurso que forzar a todo andar el paso por el norte. Desgraciadamente los buques que venían del NO. estaban muy inmediatos y el blindado de su frente ganaba notablemente distancia.

El Huáscar, que maniobraba con extraordinaria habilidad y rapidez, procuraba aprovechar para el norte cuando le era posible en su proximidad a tierra; pero la distancia del enemigo decrecía hasta cuatro mil metros más o menos. En estos momentos, 9 h. 30 m. a. m., el Huáscar, que ya no tenía salida, puso violentamente la proa sobre tierra frente al Morro de Mejillones de Bolivia. La Unión, con mayor andar entonces, pudo franquearse siguiendo al norte el rumbo que traíamos.

Luego que el Huáscar estuvo cerca de la playa se atravesó al blindado, que no cesó de acercarse más y más y rompió sus fuegos. El Huáscar, con un arrojo indescriptible y que será siempre el título más honroso del Contralmirante Grau, se lanzó al espolón sobre su formidable contendor, que parece evitó el golpe, debido a lo fácil de sus movimientos por la doble hélice.

La otra división llegaba y el segundo blindado tomaba parte en el ataque contra el Huáscar. Mientras tanto, las corbetas y buques ligeros que venían escalonados según su andar, perseguían a la Unión, destacándose tres de entre ellos, al parecer la O'Higgins, el Loa y otro que para forzar su andar largó velas y quedó algo atrasado. Esta persecución que nos iba alejando del Huáscar nos permitió distinguir únicamente durante poco más de una hora el vigor y ligereza con que nuestro monitor, estrechado por fuerzas tan superiores, acometía a los enemigos.

Los buques que nos perseguían continuaron haciéndolo durante el día con todo empeño, llegando a disminuir en algunas horas la distancia hasta tres mil doscientos metros.

La gravedad de los sucesos que tenían lugar, me decidió a convocar una junta de guerra compuesta del comandante de la corbeta Unión, capitán de navío don Nicolás F. Portal, 2º y 3º de ella, capitanes de corbeta don Juan Salaverry y don Emilio M. Benavides, del mayor de órdenes de la división, capitán de fragata don Gregorio Pérez, y del teniente coronel de la columna Constitución, don Leopoldo Flores Guerra. De su acuerdo unánime resultó que si alguno de los enemigos llegaba a estar a tiro de cañón, presentaríamos el costado para darle combate, aún cuando tal maniobra reuniese, como tenía que suceder, a tres o cuatro de los buques que venían por el sur; pero si esto no ocurría, debíamos continuar sin alteración nuestra derrota, que ya había sacado a la corbeta del centro de toda la escuadra enemiga. Así se verificó y hasta el anochecer se veían los humos de tres vapores por la popa de la Unión a distancia de ocho o diez mil metros.

Sin otra novedad acabamos de fondear en este puerto, donde espero las órdenes de V. E.

Dios guarde a V. E.

AURELIO GARCÍA Y GARCÍA

A bordo de la corbeta "Unión" a la ancla, Arica, Octubre 9 de 1879.

Benemérito señor Contralmirante, Comandante General de las fuerzas y baterías.

Elevo a manos de V. S. el parte que en la fecha dirijo al Excmo. señor General Supremo Director de la guerra, para que se digne V. S. darle el curso correspondiente.

Dios guarde a V. S.

Aurelio García y García.

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PARTE DEL COMANDANTE PEDRO GAREZON

Comandancia accidental del Monitor Huáscar.- A bordo del vapor Copiapó.- Antofagasta, Octubre 10 de 1879.

Señor capitán de fragata don Melitón Carvajal.

Señor capitán:

Tengo el honor de poner en conocimiento de usted los hechos ocurridos a bordo del monitor Huáscar durante el combate que sostuvo con los blindados chilenos Blanco Encalada y Cochrane y goleta Covadonga el 8 del actual frente a Punta Angamos y después de la lamentable pérdida del señor contralmirante don Miguel Grau, de haber caído usted herido, y muerto el segundo comandante capitán de corbeta don Elías Aguirre, el oficial de detall don Diego Ferré teniente 1º, y el de igual clase don José Melitón Rodríguez.

En este momento el Huáscar se encontraba sin gobierno por tercera vez, pues las bombas enemigas, penetrando por la bobadilla, habían roto los aparejos y cáncamos de la caña, lo mismo que los guardianes de combate y varones de cadena del timón. Estas bombas al estallar ocasionaron por tres veces incendio en las cámaras del comandante y oficiales, destruyéndolas completamente. Otra bomba había penetrado en la sección de la máquina por los camarotes de los maquinistas, produciendo un nuevo incendio y arrojando las mamparas sobre los caballos, que pudieron continuar en movimiento por haberse aclarado con la debida actividad los destrozos que cayeron sobre ellos. También tuvimos otros dos incendios, uno bajo la torre del comandante y el otro en el sollado de proa.

En este estado y siendo de todo punto imposible ofender al enemigo, resolví de acuerdo con los tres oficiales de guerra que quedábamos en combate, sumergir el buque antes de que fuera presa del enemigo, y con tal intento mandé al alférez de fragata don Ricardo Herrera para que en persona comunicara al primer maquinista la orden de abrir las válvulas, la cual fue ejecutada en el acto, habiendo sido para ello indispensable parar la máquina, según el informe que acompaño de dicho maquinista.

Eran las 10.10 A. M. cuando se suspendieron los fuegos del enemigo. El buque principiaba ya a hundirse por la popa, y habríamos conseguido su completa sumersión, si la circunstancia de haber detenido el movimiento de la máquina no hubiera dado lugar a que llegaran al costado las embarcaciones arriadas por los buques enemigos, a cuya tripulación no nos fue posible rechazar por haber sido inutilizadas todas las armas que teníamos disponibles. Una vez a bordo los oficiales que la conducían, obligaron a los maquinistas, revólver en mano, a cerrar las válvulas, cuando ya teníamos cuatro pies de agua en la sentina y esperábamos hundirnos de un momento a otro; procedieron activamente a apagar los varios incendios que aún continuaban, y nos obligaron a pasar a bordo de los blindados junto con los heridos.

El número de proyectiles que ha recibido el buque no se puede precisar, pues apenas ha habido sección que no haya sido destruida, haciendo imposible un exámen detenido por la aglomeración de destrozos y el poco tiempo de que hemos podido disponer para ello.

Antes de concluir creo de mi deber manifestar que todos los oficiales y tripulantes del buque se han distinguido por su entusiasmo, valor y serenidad en el cumplimiento de sus deberes.

Debo manifestar igualmente que cuando los oficiales y tripulación de los botes subieron a la cubierta del buque, se encontraron el pico caído por haberse roto la driza de cadena que lo sostenía, de manera que el pabellón que pendía de él y que había sido izado por segunda vez, se encontraba en la cubierta, cuya circunstancia la hice notar al teniente 1º señor Toro del Cochrane y a otros oficiales cuyos nombres no recuerdo.

Todo lo que tengo el honor de poner en conocimiento de usted para los fines a que haya lugar.- Dios guarde a usted, señor comandante.

PEDRO GAREZÓN

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PARTE DEL INGENIERO SAMUEL MAC MAHON

 

A bordo del vapor Copiapó.- Al ancla, Antofagasta, Octubre 10 de 1879.

Señor teniente 1º comandante accidental del monitor Huáscar.

Señor comandante:

En cumplimiento de mi deber, tengo el honor de poner en conocimiento de usted todo lo ocurrido en el departamento de la máquina durante el combate con los blindados chilenos y la goleta Covadonga el 8 del presente.

A las 4 A. M. recibí orden de ir a tomar fuerza con la máquina, porque algunos buques estaban a la vista; aumenté el andar a 60 revoluciones, teniendo 25 a 26 libras de vapor.

A las 5.40 A. M. recibí orden del señor contralmirante Grau para disminuir el andar. Desde esta hora hasta cerca de las 8.30 A. M. la máquina iba de 25 a 24 revoluciones por minuto.

El blindado Cochrane y dos buques más se avistaron por el norte cerca de las 7.30, pero a distancia que sólo se veían los humos y no muy claros; por eso el señor contralmirante Grau, creyendo sin duda parar claros sin aumentar el andar, me dió orden para ello.

A las 8.30 A. M. me llamó el señor contralmirante y me ordenó que fueran tres a cuatro revoluciones más; después de dar las órdenes necesarias subí a la cubierta para ver la posición de los buques enemigos, y vi, en efecto, que el blindado Cochrane nos ganaba acercándose notablemente; volví a la máquina y di orden para hacer todo el vapor posible, teniendo ya bien seguras todas las válvulas de seguridad para dar mayor presión, y entónces tuvimos de 25 a 30 libras de vapor, lo que con 26 a 27 pulgadas de vacío daba a la máquina de 60 a 63 revoluciones. Si el buque hubiera estado con sus fondos limpios, habría andado doce o más millas en lugar de once, que, en mi concepto, es lo más que ha andado el buque.

La primera bomba que tuvo efecto en el departamento de la máquina fue por el costado de babor, en mi camarote, rompiendo la lumbre y echándola encima de los caballos, así como también una porción de tornillos y pernos del blindaje, produciendo un incendio en dicho lugar. La segunda se llevó el cubichete de la máquina, arrojando encima de los caballos una lluvia de trozos de madera. La tercera vino de popa por la cámara de los oficiales, trayendo una gran cantidad de astillas y mamparos rotos a la máquina. La cuarta vino por el costado de estribor al centro del departamento, reventando dentro, rompiendo los camarotes de dicho lado y destruyendo todo el departamento; esta bomba dejó a algunos muertos e hirió a otros, entre los que se encontraban el doctor Távara y el señor John Griffche, capitán de la presa Coquimbo. En este momento la máquina estaba completamente cubierta de trozos de madera, fierro y camas. Gracias a la Providencia no hubo ninguna avería en la máquina; durante este tiempo todo el departamento estaba lleno de humo, procedente del incendio ocasionado por las bombas. En la sala de fuegos no hubo material avería, pero el número de bombas que habían reventado en el interior de la chimenea estaba llena de humo y hollín, haciendo imposible ver los indicadores de vapor y de agua de las calderas. Como las cámaras estaban demolidas, fue necesario mandar abajo a los heridos; la mayor parte de ellos fueron puestos en las carboneras de proa.

El capitán de fragata señor Carvajal fue conducido con dos o tres más al pañol de la máquina. En este estado y viendo los oficiales que era imposible la salvación del buque, recibí orden personal y privada del alférez de fragata don Ricardo Herrera, para abrir las válvulas y echar el buque a pique, cuya orden la ejecuté en el acto, con toda la actividad y deseos posibles, sacando todos los heridos de abajo. Después de esto tuve que parar la máquina para sacar las puertas de los condensadores: pero no tuve tiempo suficiente para concluir de sacarlas, pues fuimos abordados y tomados prisioneros; en este momento el buque tenía tres o cuatro pies de agua en la sentina superior: en pocos momentos más iba a comenzar a entrar el agua por los agujeros de las bombas enemigas, y el buque se hubiera ido violentamente a pique. Yo y el segundo ingeniero fuimos amenazados con revólver al pecho, diciéndonos que moviésemos la máquina y sacásemos el agua; nosotros rehusamos el hacerlo por ser prisioneros de guerra; pero nos dijeron que los ingenieros del Rimac habían sido forzados a entregar la máquina bien, y que nosotros teníamos que hacerlo so pena de morir.

No concluiré sin manifestarle que he tenido gran placer al ver el entusiasmo, valor y disciplina de mi gente: todos han cumplido con su deber hasta el último momento, particularmente el segundo ingeniero señor Thomas Hughes, a quien había encargado del cuidado de todos los maquinistas y de la gente de la parte de abajo, y no subió hasta que vió que el agua estaba cerca de las hornillas.

Es cuanto en verdad y justicia puedo decir, para los fines consiguientes.

Dios guarde a usted.

SAMUEL MAC MAHON
Primer Ingeniero

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PARTE DEL COMANDANTE MANUEL MELITON CARVAJAL

San Bernardo (Chile), Octubre 16 de 1879.

Señor Contralmirante Comandante General de las baterías y fuerzas de la plaza de Arica.- Señor Comandante General:

El 30 del mes pasado, a las 4.40 A. M., zarpó de ese puerto el monitor Huáscar convoyando hasta el de Iquique al transporte Rímac, que conducía la división del mando del señor general Bustamante. Encontramos durante el trayecto el vapor de la carrera frente al puerto de Mejillones y fondeamos en Iquique a la 4.20 P. M.

Inmediatamente se procedió al desembarque de la división, y terminado éste, zarpamos a las 4 A. M. del 1º del corriente en compañía del Rímac y de la Unión que había entrado al puerto en la tarde del día anterior.

Una hora después de acompañar al Rímac en su viaje al norte, el Huáscar y la Unión hicieron rumbo al O., y después de separarse algunas millas de la costa se dirigieron al sur.

El 4 del presente, a las 9 A. M., avistamos un vapor que navegaba para el norte, próximo a la costa; fuimos en su reconocimiento, y resultó ser el Chala de la compañía inglesa.

Terminado el reconocimiento hicimos rumbo a Sarco y llegamos a éste a las 10.30 A. M. En dicha caleta se encontraba fondeado el bergantín-goleta Coquimbo con pabellón inglés; pero registrados sus papeles, se vino en conocimiento que anteriormente al estado actual de la guerra éste enarbolaba la bandera chilena, y había obtenido del cónsul británico en Coquimbo, con fecha posterior a la declaratoria de guerra, el certificado provisional de registro para enarbolar el pabellón inglés. Por estos motivos, y continuando el buque en ejercicio del mismo tráfico que había tenido antes del cambio de pabellón, fue remitido al Callao a cargo del teniente 1º graduado don Arnaldo Larrea, con dos aspirantes y siete individuos de tripulación, a fin de que en ese puerto se le someta al juicio de presa respectivo. El capitán del buque y los individuos de tripulación, fueron trasladados al Huáscar por vía de precaución.

A las 3.30 P. M., dejamos el bergantín a la vela con rumbo a su destino, continuamos para el sur.

El 5 del presente, a las 1.50 A. M., estuvimos en el fondeadero del puerto de Coquimbo y permanecimos en él una hora sin que nuestra presencia fuese descubierta. Se hallaban allí fondeadas la fragata de guerra norteamericana Pensacola y la corbeta de S. M. B. Thetis. Después de este reconocimiento salimos del puerto y nos dirigimos al sur, haciendo rumbo a Tongoy, donde encontramos y reconocimos al Cotopaxi de la compañía inglesa, que pocos momentos después se dirigió al sur.

A las 12.30 P. M. avistamos un vapor que atravesaba por la boca del puerto indicado y salimos en su demanda.

A las 1.30 P. M. nos comunicamos con él y resultó ser el vapor Ilo, de la carrera, que se dirigía al norte.

Después de este reconocimiento permanecimos aguantados frente al puerto de Coquimbo con el objeto de hacer algunas reparaciones a la máquina del Huáscar y terminada dicha operación a las 5 P. M. navegamos algunas millas hacia el N.O. para separarnos de la costa y enseguida hicimos rumbo al norte.
A las 9 A. M. del 7 del corriente detuvimos otra vez nuestra marcha para hacer nuevas reparaciones en la máquina del Huáscar y tomar trescientos sacos de carbón de la Unión, pues nos hallábamos escasos de combustible. Concluido el transbordo a las 1.5 P. M. continuamos nuestra derrota al norte.

A las 10 P. M. del mismo día se avistó una luz por la proa; nos aproximamos a ella y teniéndola al costado media hora después, pudimos reconocer que era un vapor de la carrera que se dirigía al sur.

A las 12 M. del día 8 del que rije, divisamos las luces del puerto de Antofagasta e hicimos rumbo sobre ellas. A las 1 A. M. arribamos al fondeadero y después de reconocerlo durante una hora, salimos de la bahía a reunirnos con la Unión que había quedado en la boca del puerto, lo que conseguimos a las 3.15, y nos poníamos a rumbo por el norte cuando avistamos por la proa tres humos; nos acercamos lentamente a ellos para reconocerlos, y comprendiendo que eran buques enemigos, entre los cuales se cambiaban señales, hicimos rumbo al S. O. para separarnos de la costa y de la dirección de ellos. Al amanecer pudimos reconocer perfectamente al Blanco Encalada, la Covadonga y el Matías Cousiño, del primero de los cuales nos separaba una distancia como de seis millas. El Blanco y la Covadonga nos siguieron en caza, habiéndose dirigido el Matías Cousiño para Antofagasta.

Puestas las máquinas a toda fuerza, el Huáscar, con un andar de diez y tres cuartos de milla, logró pronto hacer proa sucesivamente al oeste y al norte, quedando con su derrota libre hacia este lado, pero siendo perseguidos por los dos buques antes mencionado.

Así continuábamos, cuando a las 7.15 A. M. avistamos por el noroeste tres humos y pocos minutos después pudimos reconocer en ellos al Cochrane, la O'Higgins y el Loa que hacían rumbo a cortar nuestra proa. Se mandó entonces a forzar la máquina para evitarlo, ganando camino hacia el norte antes de ser cortados. La Unión que venía por nuestra cuadra de babor pasó a la de estribor y merced a su andar avanzó al norte. No sucedía así con el Huáscar a pesar de los esfuerzos que se hicieron con tal objeto, de suerte que a las 9.40 A. M. siendo inevitable el encuentro, afianzamos nuestro pabellón disparando los cañones de la torre sobre el Cochrane a mil metros de distancia. El Blanco y la Covadonga venían a seis millas por nuestra popa: la O'Higgins y el Loa se dirigieron a cortar el paso a la Unión. El Cochrane no contestó inmediatamente a nuestros disparos, sino que estrechó su distancia merced a que traía mayor andar que nosotros, de manera que sólo cuando estuvo a doscientos metros por babor hizo sus primeros disparos; perforó el blindaje del casco de la sección de la torre, a un pie sobre la línea de agua y el proyectil estalló dentro de esta sección sacando doce hombres de combate; otro de ellos cortó el guardín de babor de la rueda de combate y nos obligó a gobernar con aparejos.

Como diez minutos después de haber recibido estas averías sufrimos otra de mayor consideración. Un proyectil chocó en la torre del comandante, la perforó y estallando dentro hizo volar al contralmirante señor Grau, que tenía el mando del buque, y dejó moribundo al teniente primero don Diego Ferré que le servía de ayudante.

Tomó entonces el mando del buque el segundo comandante, capitán de corbeta Elías Aguirre, y bajo sus órdenes se continuó el combate cada vez más tenaz y sostenido. Las dificultades del gobierno no permitían al Huáscar mantener una dirección constante, de manera que sólo aprovechaba parte del andar que le producía la máquina; esto fue causa de que el Blanco y la Covadonga llegasen a estrechar su distancia hasta ponerse a 200 metros por la aleta de estribor. En esta situación, no contando ya el Huáscar con la ventaja de su andar y encerrado entre los blindados, a la par que dirigió sus fuegos sobre el Blanco, viró para embestirle con el espolón, ataque que fue prontamente evadido y que dejaba al buque a merced de las buenas punterías de los blindados y aún de la Covadonga. En estas circunstancias, el que suscribe, que se encontraba al costado del cañón derecho de la torre, fue herido por los destellos de una bomba que penetró en la torre y estalló dentro de ella, e imposibilitado para continuar por sí mismo las demás circunstancias del combate, fue conducido a la sección de la máquina donde se le prodigaron las atenciones que su estado exigía.

El parte adjunto del teniente primero don Pedro Garezon, en quien recayó por ordenanza el mando del buque, a consecuencia de la muerte del segundo comandante Aguirre y del estado en que se encontraba el que suscribe, dará a V. S. los detalles de la manera como llegó a su fin este reñido y desigual combate.

El Huáscar cayó en poder del enemigo cuando no le fue posible ya continuar su resistencia, inutilizados sus cañones, roto su timón y diezmada su tripulación.

Pero como último recurso se abrieron completamente las válvulas para sumergir el buque, y se hubiera conseguido este resultado si al llegar al costado del Huáscar las embarcaciones del enemigo hubiera sido posible resistirlo de algún modo.

No siendo esto así, sus tripulantes tomaron posesión del buque, detuvieron su sumersión cuando ya tenía cuatro pies de agua en sus fondos; extinguieron algunos incendios que aún se conservaban a proa y popa del buque y finalmente lo condujeron a Mejillones, no sin algunas dificultades, favorecidos por la tranquilidad en que se hallaba la mar.

Todos los tripulantes que, heridos en su mayor parte, sobrevivían, fueron tomados prisioneros y transbordados a los blindados, donde se les prodigó la más exquisita consideración y asistencia.

Antes de terminar séame permitido expresar a V. S. el profundo sentimiento que ha causado en los oficiales y demás tripulantes del monitor Huáscar la irreparable muerte del valiente contralmirante don Miguel Grau y de sus dignos subordinados el capitán de corbeta don Elías Aguirre y los tenientes primeros don Diego Ferré y don Melitón Rodríguez, han quienes han tenido ocasión de ver desaparecer cumpliendo hasta el último con su deber; y recomendar asimismo a la consideración de V. S. el valor, entusiasmo y serenidad que durante este desigual combate ha distinguido a los oficiales y demás tripulantes del Huáscar.

Adjunto encontrará V. S. la lista de presentes a bordo durante el combate, igualmente que la de los muertos y heridos.

En el puerto de Mejillones quedaron el teniente 2º don Enríque Palacios, el cirujano mayor doctor don Santiago Távara y varios de la tripulación que por el mal estado de sus heridas no ha sido posible trasladarlos a este lugar. Los demás heridos se encuentran en Valparaíso, en Santiago y en esta población conforme al estado de su gravedad.

Todo lo que tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. a fin de que, por su digno órgano, llegue al excelentísimo señor general supremo director de la guerra.

Dios guarde a V. S., señor Comandante General.

MANUEL MELITON CARVAJAL

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