La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

Relatos del Fusilamiento del Coronel Emilio Luna en Huamachuco

Relato del Capitán Alejandro Binimelis


 

Los dos jefes tomados en el campo de batalla, Luna y Osma Cáceres, fueron fusilados en el mismo sitio después de un pequeño interrogatorio.

Nos encontrábamos reunidos el coronel y muchos jefes y oficiales en las mismas posiciones enemigas, que estaban sembradas de cadáveres, cuando llegaron varios prisioneros que se habían tomado.

El coronel me ordena: Capitán Binimelis, tómele el nombre a esos prisioneros y me da cuenta. Me dirijo a ellos y principio a tomarles sus nombres, grados, batallón que mandaban etc.

El mayor Osma Cáceres, lleno de miedo me informa que mandaba una de las baterías; que si lo había hecho era por la fuerza, etc.; se mostró cobarde, a pesar de ser joven, de familia de militares y de su aire marcial y de soldado.

Al dirigirme a Luna para interrogarlo, me dijo: Soy Miguel Emilio Luna, Coronel-comandante del batallón Jauja N°2, ahora prisionero de Uds. Y a su disposición.

Luego, mirándome fijamente agrego: Yo le conozco a Ud., capitán Binimelis; no se acuerda de mí?

No señor, no me acuerdo

Acuérdese cuando ustedes, los oficiales del regimiento Concepción, recién entraron a Lima se arrancharon en el restaurat Ecuador, donde comíamos también muchos de nosotros e hicimos amistad con usted, el mayor Saldes y con el capitán Ferro. No recuerda ud.?

Ahora, si señor, que recuerdo eso perfectamente, y siento encontrarme en estas circunstancias con usted.

Le pido, capitán Binimelis, haga algo por su amigo ante el señor coronel.

Haré cuanto pueda por mi parte, le conteste, dirigiéndome donde el coronel Gorostiaga, a quien le di cuenta de mi cometido y el nombre de los prisioneros.

El coronel me ordeno los trajera a su presencia; los interrogo sobre varios puntos y luego les dijo que iban a ser fusilados.

Oír esto el capitán Osma Cáceres y principiar a implorar perdón, arrodillarse y abrazarse a las piernas de Gorostiaga, pidiéndole no lo matara, haciéndole presente que lo habían engañado al tomar armas contra Chile, fue todo uno.

En cambio, el coronel Luna, no imploro perdón; solo hablo para protestar que no eran montoneros y de que debían fusilarlos con todos los honores de guerra.

A una señal del coronel, se desprenden dos soldados del Cazadores montados y reciben orden de matarlos; avanzan donde se encuentran, los toman por la espalda y los sacan hacia un zanjon que estaba cerca, les dan un caballazo y al caer de bruces les disparan sus carabinas, matándolos después de varios tiros.

Así murieron estos desgraciados que en varios combates habían expuesto sus vidas por la patria.

Luna sucumbió como un valiente, Osma Cáceres como un cobarde.

Por mucho tiempo me acompaño la impresión que me dejo en el alma la muerte tan ignominiosa de este amigo y valiente peruano.

 

 

Relato del soldado Luis Ibarra (Escuadrón Cazadores a Caballo)

El coronel Luna murió bien; era alentado el cholo; y no tenía cara de tal porque era hombre blanco, de buena presencia y de buena edad.

A los niños les repartió antes de morir todas sus prendas; les dio el reloj, la ropa y las botas; y en seguida se le puso de rodillas y se le fusilo. Antes de morir dijo:

   "Si ya esta la orden dada fucílenme pronto"

Enseguida se le puso de rodillas y por la espalda le pegamos dos tiros.

No ocurrió lo mismo con el otro cholito, con un mayor de artillería, un tal Osama Cáceres, que decía a los niños que no lo mataran porque era sobrino del general y eso no le sirvió sino para peor, porque el parentesco no era muy bueno que digamos, porque este fue bien vilote, se porto cobarde para morir. Reclamo mucho. El hombre se desespero: "A mi me traen engañado" decía, y cuando lo sacamos para el bajito se agarro de las piernas de uno de los niños y un soldado le pego un pescozón entonces, y por mas que pedía perdón a gritos, llorando, fue necesario tirarlo al suelo, a un lado y ahí le ajustaron el cuarenta.

 

Este mayor cholo fue bien cobarde para morir.

 

 

 
 
 
 
 

 

 

 

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