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	Relato de Vicente 
	Zegers R. 
	
	.JPG)  
	
	Querido papá: 
	
	sin más tiempo que el necesario 
	para escribirle unas pocas líneas, le dirijo la presente con el solo objeto 
	de sacarlo de dudas y relatarle a la ligera lo sucedido el 12 del presente, 
	reservándome para el próximo vapor una relación detallada del combate, la 
	cual irá acompañada de un croquis para mejor inteligencia. 
	
	Estoy contento, querido papá, por 
	haberme encontrado en el primer Combate Naval de esta campaña, el cual ha 
	sido glorioso para nosotros bajo todo concepto. 
	
	El 11 del presente recibimos orden 
	del Coronel Sotomayor para marchar a Iquique a reunirlos allí con la 
	Escuadra. Cumpliendo con esta orden, zarpamos de la rada de Antofagasta el 
	mismo día en la noche. Esta transcurrió sin novedad, conservándonos siempre 
	a vista de tierra. Al día siguiente al amanecer estábamos frente a Cobija y 
	a las 11 avistábamos el rio Loa.. Hasta aquí todo iba a pedir de boca, y en 
	todo pensábamos menos en un combate con fuerzas enemigas. A las 11.30 
	avistamos en la desembocadura del Loa dos buques a vapor; por lo que a 
	primera vista pudimos ver, tomamos por la Esmeralda y O'Higgins a dichos 
	buques, y en consecuencia continuamos navegando con toda confianza; mas 
	pronto vimos que nos habíamos equivocado. El buque que creíamos ser la 
	Esmeralda era mayor que esta y en ella reconocimos pronto a la Corbeta 
	peruana Unión. La otra resultó ser la Corbeta Pilcomayo. 
	
	Inmediatamente se tocó a 
	zafarrancho y a los dos minutos estaba todo mundo en su puesto con los 
	cañones cargados. 
	
	A pesar de que el enemigo era tres 
	veces más fuerte, en todas las caras se veía el contento y la confianza. Se 
	conocía que toda aquella gente era chilena. 
	
	Juzgue usted de la diferencia de 
	fuerzas en vista de los siguientes datos: 
	
	La Corbeta Unión, de 1.300 
	toneladas, carga 14 cañones, dos de a 150 y doce de a 68, sistema francés. 
	
	La Pilcomayo, de 750 toneladas, 
	tiene dos colizas de 70 libras y cuatro cañones de a 40. 
	
	Vea usted ahora nuestras fuerzas: 
	770 toneladas y 4 cañones, uno de a 115, otro de 64 y dos de 20 libras. 
	
	Por lo que respecta al andar, la 
	Unión anda más que nosotros. Pues bien: con esta desigualdad de fuerzas 
	íbamos a entrar en combate. Pronto reconocieron los peruanos que nuestro 
	buque era chileno; se prestaba a esto el aparejo, que lo llevábamos calado 
	en son de combate, y en consecuencia se lanzaron en nuestra persecución. 
	Nosotros dimos toda fuerza a la máquina. Tan luego como estuvimos a tiro de 
	cañón, los peruanos creyéndonos presa segura, izaron su inmundo bicolor, 
	afirmándolo con un tiro a bala la Unión. 
	
	La Pilcomayo siguió haciendo 
	fuego, y solo a su sexto disparo nosotros izamos nuestro glorioso tricolor, 
	afirmándolo con un tiro de a 115 tan certero que le dio a la Unión en el 
	medio del costado. Desde este momento principió el Combate a todo vigor. La 
	Pilcomayo situada por la popa y queriéndonos alcanzar, nos disparaba sin 
	cesar. La Unión avanzando por estribor y ganándonos terreno, nos disparaba a 
	cada momento con toda su artillería. Nosotros seguíamos a toda fuerza y 
	contestábamos sin cesar los fuegos del enemigo. Al noveno disparo de la 
	Pilcomayo, una granada nos dio por aleta, sin causar más prejuicio  que un 
	rasmillan de tres pulgadas de profundidad y lanzar una columna de agua que 
	empapó a los sirvientes del cañón 4. 
	
	Pocos momentos nos acertó otro 
	disparo un poco más a proa, causando menos daño que el anterior: todos los 
	demás tiros de este buque quedaron por la popa, sin alcanzarnos, pues ya el 
	buque enemigo había quedado fuera de tiro, con motivo de su menor andar. En 
	consecuencia el combate quedó reducido a la Unión y Magallanes, a 14 cañones 
	contra 2. La Unión no haría menos de 130 disparos. Sus balas y granadas nos 
	rodeaban, pero todas pasaban sin causar daño. 
	
	Al ruido producido por el 
	estampido del cañón, había que agregar el silbido de las balas en el aire. 
	Le aseguro que aquel espectáculo era imponente. Varios cascos de granadas 
	cayeron próximos a mi, más por felicidad ninguno causo daños de 
	consideración. 
	
	Nuestros cañones seguían 
	disparando con toda actividad y a cada cañonazo bien dado se sentía un ¡hurra! 
	general. No menos de diez disparos tenemos la seguridad de haberle dado a la 
	Unión. Después de lanzar nosotros, una granada doble que cayó en la 
	cubierta, vimos elevarse una columna de humo y un objeto negro que no 
	pudimos distinguir. Al otro disparo nuestro el buque se tumbó un poco y 
	empezó a disparar vapor en inmensa cantidad; al mismo tiempo e 
	inmediatamente empezó a virar tratando de volver atrás. Nosotros continuamos 
	disparando. La Unión apuró apuró su máquina y puso proa al sur, tratando de 
	hacer una cobarde retirada. Entonces nosotros la seguimos un poco, dándole 
	magníficos tiros los que continuamos hasta estar fuera de cañón. Si 
	hubiéramos andado tanto como ellos los habríamos perseguido, pero en nuestro 
	caso todo era inútil. Media hora después se había unido a la Pilcomayo y 
	ambas hicieron rumbo a tierra, emprendiendo la más cobarde retirada. 
	
	 V. Zegers R 
	
	*La Guerra del Pacífico, Pascual 
	Ahumada Tomo I página 222 
	  
	  
	
	
	  
	
	Relato de don 
	Onofre Pérez G. 
	  
	
	Como a las 10.30 AM.  avistamos 
	dos humos por la mura de estribor y nos acercamos para reconocerlos. Una vez 
	cerca de ellos nos pareció ser la Esmeralda la que venía delante y la otra 
	una de las Corbetas; pero pocos momentos después conocimos ser los dos 
	buques peruanos la Unión y la Pilcomayo. Inmediatamente pusimos la caña a 
	babor y se tocó zafarrancho, pero ya todo el mundo estaba en su puesto. Se 
	cargó los cañones y quedó todo listo para entrar en combate. En este momento 
	se encontraban la Pilcomayo y la Unión haciendo señales para tomar sus 
	posiciones de combate; su situación era por la aleta de nosotros. 
	
	A las 11.45 la Unión enarboló su 
	pabellón afianzándolo con un cañonazo, y lo mismo hizo la Pilcomayo: mas 
	nosotros permanecimos impasibles activando los fuegos para seguir nuestro 
	derrotero. A los nueve cañonazos que hubo disparado la Unión, el comandante 
	ordenó izar el tricolor afianzándolo con un tiro con el cañón de a 115. Eran 
	las 12 del día. Se nos dio la distancia y principió el cañoneo, asegurándole 
	de mi parte que todos los tiros lanzados por nosotros han sido muy certeros, 
	a la par que los de la Unión muy cortos pero con buena dirección. 
	
	La Pilcomayo, que tenía orden de 
	la Unión para hacernos fuego por el costado de estribor, no nos daba 
	alcance,  pero se atravesaba para lanzarnos sus disparos. Un casco de 
	granada de los de la Pilcomayo vino de rebote y nos dio en la aleta de 
	babor. Ancho 15 centímetros, largo 40 y profundidad 5. 
	
	Le diré que todos nuestros 
	disparos se dirigieron solamente a la Unión, la que por cada tiro de 
	nosotros ella contestaba con tres. Las averías que creo hayan tenido deben 
	ser de consideración, pues no se comprende cómo dos  buenos buques andadores 
	hayan emprendido la fuga sin habernos seguido. 
	
	Se observo que durante el cañoneó 
	de ambos buques, la Unión ya no disparaba con sus siete cañones sino con dos 
	y a más que eran muy tardíos. Cuando se vio un gran escape de vapor, ella 
	viró para tierra y nos presentó  el costado de babor, que presumo sea el que 
	tendrá bueno  y sin disparar un solo tiro mientras que nosotros seguimos 
	dándole balas mientras ella corría al sur a juntarse a la Pilcomayo. 
	
	La menor distancia ha sido de 
	2.300 metros y la mayor de 4.200. 
	
	Es lo que de ahora puedo relatarle 
	de nuestro feliz combate en Chilpana. 
	
	De usted 
	
	Onofre Pérez G 
	
	*La Guerra del Pacífico, Pascual 
	Ahumada Tomo I página 221 
	  
	  
	  
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