La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

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LOS HÉROES OLVIDADOS DE LA BATALLA DE TARAPACÁ - LAS CANTINERAS - NICANOR MOLINARE

Sólo los que hemos cargado el uniforme del Ejército de Chile, y hecho vida de campaña activa y olido alguna vez la pólvora, podemos apreciar cuánta abnegación, caridad y patriotismo, gastaron las pobres camaradas de nuestros soldados en la Campaña del Pacífico.

No hay palabras elocuentes que puedan pintar con exactitud, ni paleta con bastante colorido que llegue a copiar bien lo que fueron esas mujeres a quienes siempre llevó al campamento, a las marchas y a las batallas, el patriotismo y el amor.

Quién no recuerda entre los viejos sobrevivientes de la Campaña del 79 a la Irene Morales?

Se podría alguna vez olvidar el sacrificio cruento de las camaradas de la Concepción?

Alguno de nosotros dejará de recordar la presencia en Chorrillos de la Clara Casados, de la Eloisa Poppe?

Llovían las balas, y esas patriotas mujeres, sin temor ninguno, confortaban, curaban y ayudaban a bien morir a los que, la mala suerte enviaba a pasar la última revista; y sin esperar galardón, ni premio alguno, cumplían estrictamente con su deber.

¡Ah! Esas camaradas como nadie cumplieron con su misión!

Hubo una, la Candelaria, mujer del Sargento Benjamín Pacheco, del Curicó, que en la marcha de Curayaco a Lurín dio a luz a su hijo, sin más lecho que la arenosa playa cubierta por una bandera chilena!

Y en Tarapacá, quién podrá jamás contar esta batalla sin tener que dedicar capítulo aparte a las cantineras del 2° Línea?

Pobres mujeres que allí murieron, quemadas unas, muertas otras en medio del fragor de la batalla por homicida bala, cuando cumplían abnegada y caritativa misión!

En el Segundo, cayeron tres de estas bravas camaradas; la Juana, la Leonor González, y la María la Chica.

La María la Grande, cuyo apellido era Quinteros, escapó de la matanza; fue conducida prisionera a Arica donde encontró suerte con un cuyano que ejercía de abastero en ese puerto, pero sin olvidarse de sus paisanos, sobre todo del Subteniente de Zapa¬dores don Francisco Silva Basterrica, a quien le protegía el brazo de la brida, obsequiándole lo más a menudo que podía, buenos lomos de la carnicería de su amante el argentino de Arica!

La Juana Soto fue vivandera del movilizado Chacabuco, junto con la Carmen Cabello, camarada del 1°, Aguilera, que murió en Tarapacá y que todos recuerdan por su singular belleza.

Pues bien, todas estas heroicas mujeres, se batieron como leonas en la acción del 27 de Noviembre y tres de ellas rindieron su vida al pié de la bandera de Chile.

La María, La Chica, era una mujercita muy bonita; bordeaba los 20 años; pequeñita, muy blanca, de pelo negro y ojos tamañazos y oscuros como ala de cuervo, se hacía notar por su agradable trato y por la más atrayente simpatía que se puedo imaginar.

Dolencias del corazón, penas del alma, la llevaron a Antofagasta y en el 2° de Línea encontró la media naranja que le faltaba.

Murió esta mujer al lado del Capitán Gárfias Fierro; al día siguiente, en la tarde del día 28, don Federico Garretón, la encontró muerta con una venda en las manos, en actitud de curar al Ayudante don Diego, que estaba tendido a su lado; traidora bala sorprendió en su santa misión a María, La Chica, que así morían aquellas abnegadas vivanderas!

Y así como cayó en el campo, en plena lid, La Chica, a Leonor González la quemaron. El fuego sublimó la vida de esa chilena y su alma bendita debió volar al trono de Dios!

La María Grande, dijimos ya, que cayó prisionera y aquí habremos de agregar que esa mujer era una guapísima y real moza.

Alta, de cuerpo escultural, adornaban su rostro los ojos más negros y más expresivos que puedan imaginarse: y encerraban su fisonomía, como haciendo marco a su tez blanquísima, negros y sedosos cabellos.

Añádase a esto un andar suelto y majestuoso; y póngasele al cuadro una boca de esas que piden besos a grito y algunas libras de simpatía, y ya se comprenderá los volcanes que se encenderían en el 2° de Línea, por María la Grande; y si en llegando a Arica se tomaría por asalto al abastero argentino de ese puerto.

Que, a María La Grande, no se le resistía plaza fuerte ninguna, así fuese cuyana.

El recuerdo, de esas, nuestras camaradas, perdurará siempre en la memoria de los veteranos del 79, porque esas mujeres fueron ángeles de caridad en el campamento y en la batalla, y porque su patriotismo fue desinteresado y puro.

Un hombre solo muere cuando se le olvida.....

 

 

 

 

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Viña Corral Victoria ;  Una Viña Patriota

 

 

 

 

 

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